La muralla puede ser un revulsivo que atraiga a nuevos turistas. La ciudadanía ha aprendido, de memoria, esta nueva idea que se puede escuchar en boca de vecinos, políticos o expertos en patrimonio. Sin embargo, a las puertas de la completa liberación del lienzo medieval en la avenida de la Feria tras un esfuerzo continuado -desempeñado a lo largo de tres décadas-, resulta evidente precisar que no habrá visitantes si no hay una propuesta sugerente en torno a la fortificación.

Con el edificio del número 11 en sus últimos estertores y el resto de edificaciones convertidas en islas llamadas a desaparecer más pronto que tarde, resulta oportuna una reflexión sobre qué hacer ahora con el valioso espacio urbano que regresa al dominio de todos los ciudadanos. El proyecto de liberación y el valor de los muros medievales es tal para Zamora que cualquier idea apresurada, no suficientemente meditada ni madurada, podría empañar la expectación social despertada, especialmente, en los últimos años.

De otro lado, se hace preciso devolver al monumento la importancia arrebatada por el crecimiento urbano traído de la mano por el siglo XX y el desdén mostrado entonces por las autoridades hacia un elemento que "estrangulaba" los nuevos tiempos. Por todos estos argumentos, la puesta en valor de la muralla ha de ser entendida como un proyecto capital.

Ahora bien, ¿a quién corresponde esta responsabilidad? Sabido es ya que la propiedad del monumento corresponde al Estado, que la Junta de Castilla y León es la autoridad en el ámbito del Patrimonio, y que la ordenación urbanística se decide en el salón de Plenos del Ayuntamiento de la ciudad. Es necesario, pues, que el Ministerio de Cultura haga realidad su voluntad de restaurar la fortificación, que en las últimas décadas ha dado muestras de fatiga, entre otros factores, por la presión que soportan los muros y la ausencia de intervenciones más regulares.

Y desde luego que la Junta podrá hacer su aportación desde el lugar que le corresponde. Pero es el Ayuntamiento el que debe liderar un proyecto de reurbanización de toda la zona afectada. Consultados por este diario algunos expertos que conocen bien el problema, surgen ideas ilusionantes, como la creación de un recorrido peatonal, cómodo y adecuado, entre Puerta Nueva y la avenida de la Feria. O la adecuación de aceras, calzadas y mobiliario urbano al entorno del recinto amurallado, donde la voz de la Historia de la ciudad es la que debe escucharse.

Más allá de la ciudad para sus habitantes, está el factor turístico. Los buenos datos del último año y medio suponen un viento favorable que empuja cualquier proyecto llamado a apuntalar la llegada de turistas. ¿Se conformarían los forasteros con recorrer la previsible zona ajardinada que regresa a la ciudad? Quizá no sea suficiente. Las experiencias turísticas de éxito en otras ciudades y regiones del país demuestran que el visitante acude con un deseo de empaparse de la cultura local; de admirar sus monumentos, pero también de comprenderlos, y, en definitiva, de llevarse a sus hogares un pedazo de la historia de la tierra que acaba de conocer.

Hasta la fecha, el único ingrediente propuesto por el Ayuntamiento hace referencia a la colocación de una serie de esculturas que sirvan para recrear el desarrollo del Cerco, episodio que navega sobre las aguas de la historia y la leyenda. Sin embargo, el monumento es uno de los más antiguos habitantes de la ciudad, desde su construcción en plena Edad Media. Las piedras que componen la fortificación han visto, vivido y sufrido buena parte de los acontecimientos que hacen de Zamora la ciudad que es hoy. ¿No merecen tanto los zamoranos como los visitantes conocer ese recorrido histórico completo?

La puesta en valor de yacimientos arqueológicos o de monumentos que han superado el embate de los siglos se traduce, habitualmente, en la construcción de centros de interpretación que, con las tecnologías didácticas de vanguardia, puedan transmitir hechos históricos, anécdotas y emociones. En este ámbito, correspondería a los arquitectos idear algún tipo de instalación urbana, respetuosa con la muralla e integrada en el entorno, que permita conocer y disfrutar del pasado de la ciudad.

Por otro lado, emerge el propio valor estético, simbólico, de la fortificación. Consagrado el conjunto catedralicio como icono universal de la ciudad, con su precursor cimborrio a la cabeza, dicha imagen puede completar el retrato urbano de Zamora en el exterior. Una instalación de iluminación ornamental -con algún criterio dinámico en los tonos desarrollado ya en otros edificios de vanguardia- vendría a engrandecer el recuperado espacio urbano en la avenida de la Feria.

En definitiva, se hace necesario el diseño de un proyecto que combine la reflexión -¿qué papel debe desempeñar la "nueva" muralla?- y la determinación. La avenida de la Feria y la muralla en su conjunto deben regresar a los ciudadanos, mientras los turistas encuentran en Zamora una razón más para venir... y quedarse.