Muchos ciudadanos no son conscientes del gran poder que tienen los consumidores concienciados con alguna causa. Afortunadamente ahora en casi todos los productos alimenticios aparece la región o el país de procedencia, para información y posterior decisión de compra del consumidor. Esta determinación final del consumidor es de importancia capital para las empresas y puede condicionar el futuro de muchos productos de consumo por razones ambientales, sociales y de bienestar animal.

Una producción originada y trasformada en España o en la región de residencia del consumidor, tiene una huella ecológica -en el trasporte- muy inferior a otra producida a miles de kilómetros. Ese producto originado y trasformado en la región donde se va a consumir, crea riqueza y puestos de trabajo en dicha región.

Ya, pero hay productos de origen lejano más baratos que los próximos. A esto hay que contestar, que las condiciones laborales y las exigencias sanitarias (léase, utilización de pesticidas y otras sustancias en la producción de alimentos) previsiblemente son muy inferiores a las vigentes en España.

Por esto, la decisión del consumidor informado puede ser determinante para frenar el cambio climático y potenciar la riqueza y el trabajo aquí, sin menospreciar a los trabajadores de otros países.

¿Qué sentido tiene crear macrogranjas de ganado porcino, alimentando a los animales con piensos de origen muy probablemente lejano, cuando en sus cercanías -en muchos casos- existen encinares (y robledales) llenos de bellotas en otoño y con vegetación arbustiva y de matorral que no se aprovecha?

Los bosques de encinas con sotobosque denso tienen una probabilidad de arder mucho más alta que los encinares adehesados. Muchos montes son ahora verdaderos y arriesgados polvorines. Los incendios forestales emiten enormes cantidades de gases a la atmósfera, incrementando los efectos del cambio climático.

Recursos propios desaprovechados, con alto peligro de incendio y al lado miles de cerdos hacinados y con alimentación que no es del lugar. ¿Estamos locos? ¿Despreciamos lo propio, a pesar de ser muy valioso?

El consumidor debe decidir si quiere carne de ganadería intensiva o carne de ganadería extensiva que aprovecha los recursos locales, y que por su consumo y pisoteo evita incendios forestales. Hablamos ahora de vacas, ovejas, cabras, cerdos y caballos.

Esta información debe ser muy clara en las etiquetas de todas las carnes y productos de origen ganadero que llegan a los mercados.

De otro lado, el mayor bienestar animal es el de los ejemplares pastando en los campos y montes de nuestra geografia.

Muchos consumidores urbanos piensan que todos los animales de ganadería proceden de granjas intensivas y una parte de aquellos se están volviendo vegetarianos o veganos. Deben conocer que existe la ganadería extensiva, con tres grandes argumentos a su favor: un beneficio ambiental obvio, evitando incendios forestales; creando puestos de trabajo en el medio rural y por otra parte el bienestar animal está garantizado.

Estas informaciones deben ser obligatorias en las etiquetas o cada vez habrá más vegetarianos o veganos, despreciando todo tipo de carnes, leches, quesos, etc.

En una realidad de cambio climático, con aumento de temperaturas (lo dicen las Agencias meteorológicas) e incendios forestales hasta en Siberia, la ganadería extensiva debería estar mimada por las Administraciones y por los consumidores.