Cada época histórica posee una estructura social particular cuya característica más importante consiste en la ubicación por estratos de los integrantes de la sociedad, suele manifestarse de forma visible en las situaciones de crisis de la sociedad. En este momento en el que nos parecía que habíamos acabado con la era de la "caballería" y habíamos entrado en la del cálculo lo que prevalece no es la reflexión sobre la jerarquía de los valores, el poder espiritual como opuesto al poder temporal, lo que prevalece es la fibra emocional que se activa automáticamente cada vez que el tema de proclamar un Gobierno en España irrumpe en el debate político.

En otros tiempos está situación habría dado origen a una nueva idea. Las nuevas ideas han sido siempre el alimento natural de la intelectualidad política, pero los nuevos partidos políticos han puesto al frente de los mismos a unos charlatanes aburridos propensos a la excitabilidad y a la credulidad, incómodos hasta consigo mismos. La existencia de un partido político legalizado con unos estatutos que cumplen las normas constitucionales que representa a una minoría con un pasado terrorista no puede servir de argumento para justificar ninguna intolerancia. La naturaleza del mensaje es evidente: si el fundador de ese partido ha sido un terrorista, todos sus miembros lo son, y por extensión, cualquier ley o norma que aprueben o se abstengan para que sea aprobada, es ilegítima. Se transmite así un mensaje que estigmatiza y humilla a la parte más numerosa de la sociedad que no ve que peligre la convivencia entre los españoles por la existencia de partidos políticos extremistas.

El problema se ha planteado en España de la forma siguiente: ideología burguesa o ideología socialista. No hay término medio, pues los partidos políticos nuevos no han elaborado ninguna "tercera" ideología porque no puede existir al margen de las clases sociales ni por encima de éstas.

Hace unos días en una reunión de viejos socialistas de esta provincia se planteó el tema de la tendencia espontánea de la sociedad española hacia el socialismo. Uno de los asistentes dijo que el movimiento espontáneo hacía el socialismo era propio de los sindicatos tradeunionistas que aquí no existían, que la socialdemocracia consistía en combatir la espontaneidad, que siempre habían tratado de cobijarse bajo el paraguas de la burguesía cuando ésta había detentado el poder político. "Por eso todo lo que sea rebajar la ideología socialista, todo lo que sea alejarse de ella equivale a fortalecer la ideología burguesa".

Eso es lo realmente sorprendente de toda esta cuestión, pero el socialismo español ni es un movimiento espontáneo ni está compuesto por sindicatos tradeunionistas. Ni los sucesivos Gobiernos del periodo democrático actual han estado dominados por la burguesía, en todos ha prevalecido la clase media, muchos de ellos funcionarios bastante aburridos intelectualmente.

Una parte de la sociedad española se ha integrado en la socialdemocracia procedente de diferentes ideologías, obreros católicos, democracia cristiana, asalariados cualificados, empleados públicos, profesionales libres y sindicalistas. En parte porque el comercio creció con el desarrollo de la industria y originó una clase media amplia poco propensa a apoyar a la sociedad capitalista y en parte porque el socialismo cristiano se basa en la caridad que es un sentimiento individual y la socialdemocracia tiene su fundamento en unos principios más universales como los "Derechos inalienables del hombre" lo cual le permite acoger a todas las personas con un sentimiento de pertenencia de clase media.

Cuando el candidato a la investidura de presidente, Pedro Sánchez, dijo que ante la situación de elegir ser presidente a "cualquier precio" o la de luchar por sus convicciones políticas aunque tuviera que ir a unas nuevas elecciones, elegiría ser fiel a sus ideales.

Esta claridad en el discurso debería de haber alertado a los partidos de la derecha que han presentado a la socialdemocracia como si fuera los restos no evolucionados del marxismo leninismo de principios del siglo XX. El Partido Popular ha elegido portavoz en el Congreso a una diputada que tiene por ideal un proyecto político autoritario que ataca la idea de ciudadanía al considerarla compuesta por ciudadanos españoles y el resto, la mayoría, enemigos. En noviembre de 2017 publicó un artículo en un periódico nacional que tituló: "Apaciguar es abandonar", es una diatriba contra el entonces Ministro de Asuntos Exteriores Español, señor Dastis, del partido político del que ahora ella es la portavoz, porque había tratado de "apaciguar" el proceso de las elecciones en Cataluña y no había pedido "prisión provisional para la golpista Forcadell". Con Cayetana de portavoz la bronca en el Congreso está asegurada.

Lo más grave de esta situación es que los colaboradores que se han buscado piensan que apoyar este proyecto no es incorrecto, sin pararse a meditar que las sociedades avanzadas alcanzan sus fines por medios democráticos pacíficos.

A la derecha en España nunca se la ha convencido con sermones, así es que debemos irnos preparando para unas elecciones en noviembre.