Afortunadamente no estamos en la época de las cavernas, y el hombre dispone de espacios de diálogo, de manera que a poca predisposición que pusiéramos, podríamos lograr acuerdos que permitirían continuar avanzando, y demostrar que la convivencia es algo más que una palabra.

Pero claro, para que eso suceda, tendríamos que estar dispuestos a ceder en algo, a aprender a convivir con quienes piensan distinto a nosotros, a admitir a los que son diferentes, y a entender que es mejor multiplicar que dividir. Pero no parece que nuestra sociedad vaya por ahí, porque, cada día que pasa, la intransigencia avanza a pasos agigantados, y nadie parece estar dispuesto a frenarla.

Decía que no estábamos en los tiempos en los que el hombre vivía en las cavernas, porque en aquella época se debía vivir bastante mal. Ya en el siglo XVII el filósofo inglés Thomas Hobbes --aquel que tuvo como enemigos a la Iglesia de Inglaterra y a la Universidad de Oxford- decía que "la vida del hombre sin civilización era solitaria, pobre, miserable, bruta y breve", y eso que el filósofo no conocía los datos de los que ahora disponen los investigadores. Aunque, realmente, no todos los hombres debían ser tan "brutos", como esos que nos pintan con la porra en la mano, arrastrando a una mujer hacia la cueva. De hecho, el otro día leí en una revista que se habían descubierto en las afueras de la ciudad de Talheim, en el oeste de Alemania, signos de haber sido masacrada una tribu neolítica completa, una tribu de hace 5.000 años, donde los cráneos tenían señales evidentes de haber sido golpeados de manera violenta. Pero lo curioso es que se trataba mayoritariamente de los cráneos de los habitantes varones, ya fueran adultos o niños, lo que vendría a decir que o respetaban, en alguna medida, a las mujeres, y por eso no acabaron con ellas, o que estaban necesitados de mujeres y decidieron secuestrarlas. Todos preferiríamos que hubiera sido la primera hipótesis, ya que significaría que no todo se ha perdido y que, en cualquier época, siempre ha podido haber gente dispuesta a convivir en determinada armonía.

Pero, a veces, nuestro empecinamiento nos lleva a pensar que hemos mejorado lo suficiente, en relación con nuestros ancestros, aquellos que utilizaban hachas de sílex o de cobre para cazar o para defenderse, en una dura época en la que aún no se había descubierto el hierro, y la caza y la agricultura eran las principales o quizás las únicas actividades del día a día. Y la verdad es que no es así, ya que no somos capaces de entendernos, ni siquiera en cosas de menor trascendencia, una vez que hemos superado lo de disponer de un sustento que nos garantice seguir existiendo.

De hecho, vivimos en un país que es el quinto en Europa y trece en el mundo, en lo que a la economía se refiere, y no sabemos apreciarlo en lo que vale, ni hacemos ningún esfuerzo para distribuir la riqueza de forma más equitativa, de manera que permita convivir en determinada armonía, ya que tratamos de imponer nuestro criterio a toda costa, sin escuchar las necesidades y anhelos de los demás.

Algunos se encuentran en condiciones de poder elegir. A otros, en cambio, no les queda otra que conformarse con lo que les ha tocado. Pero lo que nadie debería hacer es nadar y guardar la ropa. Tampoco comerse las tajadas y dejar el caldo, porque cuando los demás lleguen a reparar en ello no van a permitírselo. Ya se ha acabado la época en la que nadie se enteraba de nada, y los "listos" podían hacer lo que les venía en gana sin que sus fechorías llegaran a trascender más allá de lo a ellos pudiera interesarle, o como en el caso de los neolíticos de Talheim, una vez pasados unos cuantos miles de años.

Pero aún sigue habiendo gente que no parece haberse enterado, e intenta retener el huevo y el jamón, ignorando a los que, con el pan en la mano, tienen el ineludible deseo de mojar en el plato. Y se está estirando tanto la goma que algún día va a romperse, y a lo peor el impulso generado en ese momento llega a impactar en la cara de alguien. Y sería entonces cuando llegaría a enterarse que es mejor negociar que combatir.

Acercarse a una sociedad más igualitaria evitaría no tener esa "necesidad" de militar en el separatismo egoísta, ya que eso sería conformarse con ser un grupúsculo en el conjunto del mundo, un algo que quiere hacer cosas, pero que no puede, porque los demás no van a dejarle hacerlo. Y tampoco ayudaría a militar en el imperialismo, porque sería prestarse a ser uno más en un grupo de estados y naciones, también egoístas, que intenta repartirse los bienes y riquezas del mundo, olvidando la miseria de los demás.

Entre unos y otros caben otros tipos de militancia, otras opciones, como la de formar parte de un grupo donde se concierten alianzas y se permita conservar la propia idiosincrasia, sin que se tenga que pagar por ello un precio demasiado alto que obligue a renunciar a la parte de tarta que pueda corresponderle.

Este último sería el final feliz de un cuento de verano. Soy consciente de ello. Pero es que estamos en verano, y soñar no cuesta dinero.