Hartos de la globalización que no para de restar competencias a sus gobiernos, los dirigentes de EE UU y el Reino Unido están a punto de constituir la novedosa ONG de Aduaneros Sin Fronteras. Y con flequillos.

El norteamericano Donald Trump marcó tendencia al proponer a sus electores la erección de un muro en su frontera con México y la de otras -menos visibles- que ya están limitando los intercambios comerciales en el mundo. Más o menos lo que también pretenden los británicos al restablecer las aduanas una vez que consigan separarse de la UE.

Otro rubio con tupé clavado a Trump por nacionalista, excéntrico y vocinglero como es Boris Johnson ha tomado el mando en Londres con el propósito de sacar a su Reino de la UE antes de que pasen tres meses. Nadie sabe si va o no de farol, dado que pasaron ya más de dos años desde que su predecesora, Theresa May, firmase oficialmente el divorcio. Y ahí siguen.

Aun así, el ejemplo de las dos potencias que -junto a la difunta URSS- ganaron la II Guerra Mundial está cundiendo en otros lugares. No hay más que ver el caso de Escocia, que amenaza con desunir al Reino Unido de Johnson; o el de la Cataluña de Puigdemont y Torra; por no citar los numerosos casos de orden menor como el de la Liga Norte en Italia o el de los corsos en Francia.

Todos defienden lo mismo. Si Trump redunda en que América es lo primero, el jefe del Gobierno británico promete que la vieja Gran Bretaña volverá a ser una potencia tan pronto vuelva a contar con aduanas y ejerza plenamente la soberanía. La escocesa Sturgeon aspira igualmente a constituir un Estado propio que nadará en petróleo una vez que rompa sus ataduras con el Reino Unido.

Curiosamente, los partidarios de aislar a sus países de un mundo en el que las grandes corporaciones han saltado ya por encima de las fronteras gobiernan países que apelan en su propio nombre a la unión. Los Estados Unidos nacieron de una agrupación de antiguas colonias británicas hasta constituirse dos siglos después en la primera potencia mundial. El Reino Unido tiene su origen en la unión de Inglaterra, que entonces incluía a Gales, con Escocia hace más de tres siglos.

Por pura paradoja, el rebrote de estos anacrónicos movimientos nacionalistas coincide con la revolución tecnológica y los nuevos tiempos digitales que han reducido el planeta al tamaño de un pañuelo. Se diría, en fin, que los dos rubios al mando de los Estados y el Reino Unido quieren cumplir con la célebre máxima de Groucho Marx, quien dijo que jamás aceptaría pertenecer a un club que admitiera como socios a tipos como él. El caso es que están alumbrando una paradójica organización de Aduaneros sin Fronteras. Y no es seguro que hayan advertido la contradicción.