Tras el acuerdo alcanzado en la comunidad de Madrid entre el Partido Popular, Ciudadanos y Vox, y a falta de saber lo que sucederá en La Rioja, el mapa de gobierno queda completo en el reino de España. Salvo en aquello que hace al principal de todos los gabinetes ejecutivos: el que debe salir de la investidura de su presidente en el Congreso de los Diputados. Pero si la práctica totalidad de las autonomías tiene ya asentada su gobernabilidad, en muchos casos gracias a una coalición, y eso no parece ser de momento posible en cuanto al inquilino del palacio de la Moncloa, ¿qué es lo que está pasando?

Algunos analistas hablan de la facilidad de la derecha para llegar a acuerdos, algo que contrasta con los escollos en los que tropieza la izquierda. Pero el pacto que ha llevado a María Chivite a la presidencia de Navarra niega esa interpretación.

El problema de las investiduras fallidas en el Congreso tiene, pues, otras causas. Sea por la razón que sea, lo cierto es que Pedro Sánchez, el único candidato posible, como gusta en calificarse, ha sido incapaz de obtener ya sea un gobierno de coalición con Podemos o un acuerdo de legislatura con Ciudadanos. Con el agravante de los pésimos modos exhibidos entre quien se presentaba a la investidura y su supuesto socio mejor, Pablo Iglesias.

Ha sido Luis María Ansón quien ha dado la clave de lo que cabría esperar ante tanta torpeza: que Sánchez diera un paso a un lado permitiendo que otro socialista pruebe a alcanzar el acuerdo hasta ahora imposible. Si España fuese una democracia madura, con los partidos políticos asentados en una tradición de décadas, si no de siglos, eso sería lo más lógico y hasta lo más natural. Pero, por desgracia, nuestro sistema político se basa en el personalismo y no será desde luego el presidente en funciones quien vaya a cambiar esa fórmula nefasta. Antes dejará que se caiga el mundo, metáfora que, por lo que hace a la legislatura actual implica ir a unas nuevas elecciones.

Todos dicen que no las quieren; incluso el Rey, que no necesita fingir nada. Pero si el principal objetivo fuese evitar una nueva llamada a las urnas se haría obvio que Pedro Sánchez sólo puede denominarse la única opción existente olvidando que quien ha ganado las elecciones y cuenta con 123 escaños es el PSOE y no su secretario general. Que es así resulta innegable, pero ¿quién se atreve a ponerle el cascabel a ese gato?