Nos vemos poco. Una vez al año por agosto. Creo que tengo todos sus libros anteriores. Este último, "Lugar", me ha conmovido por su honda sencillez, por su despojamiento. Lo anuncia la economía del título que no es el resultado de la moda que algún poeta, también de la tierra, resume en la metáfora "de pomada". Se descubre pronto que el lugar compartido es ese espacio plano que espera con paciencia el "maullido de un gato", "la claridad", el salto de la liebre, la camaradería de los aquejados de dromomanía, la tribu de los solitarios. Una voz de mujer que es camarada suena en ese "Lugar".

Ese "Lugar" intangible, que no es espacio, ni patria, quizá sólo incertidumbre. Ese lugar que apenas las palabras aciertan a concretar aunque sean malversadoras de toda sensación, de todo sentimiento. Ese "Lugar", ese rincón que es cada poema y todos los que componen el libro. Ese lugar "antes que natural, y no digamos racional, sagrado" como deja adjetivado en una cita preliminar de María Zambrano, Natalia Carbajosa. Es el lugar del decir, de las palabras que constituyen el puente entre las almas, la vía de acceso al otro y a lo otro.

Aborrezco las clasificaciones. Que si sentimentalidad, que si experiencia, que si metapoética, que si compromiso. El insigne último editor de El Quijote académico, conmemorativo, cuando se propuso historiar los últimos lustros del siglo anterior no hizo otra cosa que enumerar nombres según sus noticias naturalmente. Según su particular criterio clasificaba a un poeta según la compañera o compañero de viaje vital. Se me ocurre que sus elecciones dependían del grado de homosexualidad o heterosexualidad según ese opulento y sagaz crítico de cuyo nombre no quiero acordarme. Naturalmente estas cosas no las dejaba por escrito, sino en conversaciones entre amigos y ya se sabe que los cuentistas y los poetas son en sí chismosos. Sin chismosos bien adiestrados no habría Literatura. Como uno no es tan sabio, aunque algo chismoso sí, se limita clasificar en dos secciones la pléyade numerosísima de escritores de poemas en la actualidad y lo hace con un criterio simplista y particular desde luego: los poetas cuyos poemas me conmueven y los poetas cuyos poemas me dejan indiferente. Podría hacer otras clasificaciones, claro, pero esas van por bandas y bandos, geografías. Claro hay poetas que van dando bandazos, pero de todo ha de haber en la viña del señor o en la botica de la poesía.

No es el caso de Natalia Carbajosa que ahora arriba a su "Lugar" (2019) después de una travesía coherente: "Pronóstico" (2005), "Desde una estrella enana (Biografía elemental)" (2009), "Tu suerte está en Ispahán" (2012), obras a las que han de de añadirse sus traducciones de otras poetas, en todo momento asumiendo, considerando, sintiendo desde su género femenino.

Dejando aparte la amistad que, para el que escribe, también es un criterio clasificador, sentimental y vivo, en "Lugar" se establecen ámbitos propicios al encuentro, cesa cualquier encono de género y se abre, más y más, la connivencia del género primero: el humano. Quizá por eso me puedo sentir y asentir en los poemas de Natalia, reconocerme en una voz de mujer; hecho que pocas veces me ha ocurrido, acaso en la romántica Rosalía de Castro y la más próxima Ana Rossetti, pero, está claro, uno no las ha leído a todas.

Quizá debería añadir algún poema del libro (como muestra, un botón), pero preferiría que el lector curioso lo eligiera a su gusto.