Al líder de EH Bildu le importa un bledo lo que digan o dejen de decir prensa, políticos, sociedad en su conjunto y asociaciones de víctimas del terrorismo, tras los homenajes en Hernani y Oñate, a presos de ETA excarcelados. Lo de menos es que hayan extorsionado, secuestrado, herido o asesinado. Cada uno de ellos es un gudari, un combatiente, un miembro importante de la patria vasca. Prefieren vivir en el pasado, aunque esté teñido de sangre, que amoldarse al presente y rechazar aquella etapa horrenda y vergonzosa que no les sirvió de nada y para nada que no fuera matar y en algunos casos morir, pero que dejó tras de sí un reguero de dolor y de muerte.

Es posible que no se le diera tanta importancia al hecho en sí, si no fuera por la chulería, si no fuera por las bravuconerías de Arnaldo Otegi. De entrada, rechaza "que nos digan a quien podemos abrazar". ¡Hasta ahí podíamos llegar! Usted abrace a quien le dé la gana, como si quiere abrazarse a las farolas de Elgoibar, su pueblo natal, y eternizarse en el abrazo, pero hágalo con más discreción. Porque esos señores no vuelven de un viaje de recreo, de dar la vuelta al mundo en 80 días emulando a Phileas Fogg, personaje principal de la exitosa novela de Julio Verne; como tampoco vuelven de un safari o de un secuestro como los que ellos consumaban. Esos señores, por decir algo, vuelven de la cárcel, de cumplir, a medias, condenas por asesinar, extorsionar y secuestrar. He ahí la diferencia. Hay que tener memoria y perdonar, ¡cómo no!, pero nunca olvidar, porque "quien olvida su historia está condenado a repetirla". La frase, escrita por el poeta y filósofo español Ruiz de Santayana sirvió para dar la bienvenida a los visitantes del bloque número 4 del campo de Auschwitz I. Solo que los que sufrieron su particular Auschwitz en España son los muertos, los secuestrado, los cercenados por las balas y las bombas asesinas.

Otegi no se rinde. Le están dando alas y ha iniciado un vuelo peligroso. Lo de Hernani y Oñate no ha sido nada para lo que está por venir. Y lo que está por venir son 250 nuevas excarcelaciones, lo que supondrá 250 'ongi etorri', es decir, 250 bienvenidas por todo lo alto, 250 recibimientos con cohetes, bengalas e ikurriñas en las plazas de los pueblos de los distintos presos. Podían hacerlo en el ámbito privado, que sería lo lógico, sólo que de esa manera la izquierda abertzale no podría regodearse en el hecho como lo hacen cuando el acto es público. Lo de Otegi y sus cuates es la provocación. Ellos son buena gente. Los malos son los de siempre, los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, sus familias, las Fuerzas Armadas, el taxista que pasaba por allí, el camarero que les sirvió un 'chiquito' o las mujeres y los niños que dormían tan agustito en una casa cuartel de la Guardia Civil. Ah, bueno, y también algún que otro político.

El líder de la coalición abertzale ha reclamado una "solución constructiva" para esos 250 presos y eso a pesar de la oposición del Gobierno de España que ha sido uno de los denunciantes junto a las asociaciones de víctimas del terrorismo, ante la Fiscalía. Solución para los asesinos. A los muertos y sus familias ¿qué solución constructiva se les da? ¿Qué cierren los ojos? ¿Qué pasen página? ¿Qué se fundan en un abrazo con los verdugos de hijos, padres, maridos, hermanos? ¿Qué quiere esta gente de sus víctimas? No caen en la cuenta de que "la vida de los muertos perdura en la memoria de los vivos", frase que he tomado prestada de Cicerón. ¡Ay, el día en que la memoria flaquee!

Cerca de mil pérdidas es una herida que nunca sanará del todo. Sin embargo Otegi protesta de que los homenajes sigan dedicándose a las víctimas