Es la despreciable y abyecta moda que, en materia de violación, se está imponiendo en España. En nuestro país, se viola en manada. Cuatro, cinco, seis y hasta diez individuos, cuantos más mejor, para llevarse por delante a una chica, cuanto más joven, cuanto más cría, mejor, más manejable. Perdón por la crudeza, pero es que es así. No pasa una sola semana sin que florezca, en el ámbito de las violaciones, una nueva manada. Una de españoles, por cinco de extranjeros, fundamentalmente magrebíes, Pero, ¡oh! ¿qué he hecho?. Está prohibido contar que magrebíes y subsaharianos también violan a chicas españolas. Pobrecitos migrantes, luego se les coge manía y caemos con muchas facilidad en la xenofobia y el racismo e incluso en delitos de odio. Se cuenta, pero no se habla del origen, y de que muchos de ellos son portadores de enfermedades de todo tipo como la sarna, por citar la más leve.

Si la manada la forman españoles hay que informar con pelos y señales de todo, el pasado, el presente e incluso el futuro carcelario de los animales. Pero, ¡ojo! con desvelar la nacionalidad de los otros, especialmente si son magrebíes. Lo de menos es que hayan perpetrado una violación múltiple a una joven de 18 años que fue asaltada en un céntrico parque de Bilbao. No creo que esta chiquita sea menos que la de Pamplona, sin embargo no se ha producido ningún movimiento a su favor. Sí, muchas palabras de condena, mucha retórica, pero ni una sola acción. Los seis magrebíes detenidos y puestos en libertad por la jueza, se han encarado con chulería y con actitudes amenazantes a los medios de comunicación e incluso a la propia policía. ¡Huyyy, si hubieran sido españoles! Y no estoy defendiendo ni a unos ni a otros. Los violadores, procedan de donde proceden, me producen el mismo rechazo, la misma indignación.

La creciente ola de denuncias de este tipo debe hacer reflexionar a la autoridad política y a la autoridad judicial y tomar otro tipo de medidas que vayan más allá de la condena. La condena ya no basta. Por cierto, las asociaciones de mujeres y las feministas no han dicho ni pío, ni en Zamora, ni en Pamplona. La respuesta institucional en Bilbao ha sido insuficiente. Estas agresiones que se repiten son difíciles de digerir por lo brutales, por lo repulsivas. Hay como un sentimiento de impunidad, especialmente si los agresores, repito y no me canso, proceden de países africanos. Gentes para las que la mujer es un objeto. Gentes con costumbres y tradiciones que dejan a la mujer reducida a la maternidad, al trabajo en el hogar y poco más. Si están aquí, si viven aquí, que se acostumbren a acatar nuestras leyes y asumir nuestras costumbres, como hacemos nosotros cuando vamos a sus países de origen, y a las mujeres respetarlas y darles la debida consideración.

Si hay que propiciar un cambio real en la conciencia del hombre con respecto a la mujer, que se empiece por estos ciudadanos que no pueden ser considerados como tales en tanto en cuanto mantienen al día sus costumbres y tradiciones que nada tienen que ver con las nuestras y que atentan directamente contra las mujeres. Algunos han debido pensar que en España todo es sexo, droga y alcohol. Y eso no es así ni de lejos. Las mujeres españolas, todas, pero especialmente las más jóvenes, estamos desprotegidas y a expensas de estos salvajes, sean de la nacionalidad que sean. La manada de Bilbao fue detenida e inexplicablemente puesta de momento en libertad. Las jóvenes en Bilbao están en riesgo mientras estos 'presuntos' sigan en la calle. Por cierto, fumando buen tabaco, con móviles de última generación, bastantes euros en los bolsillos y protegidos por el buenismo imperante de la España más timorata.