Ni de útero, ni de nomio, como lo puedan ser el binomio o el polinomio, sino del quinto libro del Antiguo Testamento, ese que dice que Dios ha entregado una Ley en el monte Sinaí suscribiendo una Alianza, y que también dice que "esa Alianza caerá frente a un socio (El pueblo) donde unos estafan o explotan a otros", y que también dice que "si el Pacto cae, el apoyo divino fallará y los grandes desastres caerán sobre Israel". Lo de Deuteronomio viene del griego y significa la "Segunda Ley", esa que se opone a la "Primera Ley", que fue la que recibió Moisés con anterioridad. Tal libro goza de un especial interés no solo por ser un compendio de textos escritos en distintas épocas, sino también porque, los que entienden de ello, dicen que, si bien es un libro religioso, no lo es teológico.

En él, no es solo Moisés, sino también otros patriarcas y reyes los que predican la "guerra contra la injusticia social" y el consiguiente combate para cumplir el Decálogo. Y parece que, por entonces -1.300 años A.C - la cosa se iba cumpliendo. Pero después vino a resultar que empezaron a abundar las riquezas y se corrompió la vida justa y recta. De hecho, "durante el reinado de Salomón, imperaba el comercio engañoso, se oprimía a los hermanos, y se compraban y vendían materiales de guerra", copiando así de "las prácticas corruptas de los países vecinos".

Como se ve, nada nuevo bajo el sol, lo de siempre, lo mismo que hacemos ahora, un montón de siglos después. Porque nada ha cambiado, al menos en el fondo, aunque la forma se muestre de distinta manera. Los partidos políticos, que son los que deciden por nosotros lo que hay que hacer, se encuentran tan desacreditados que, de hecho, ni siquiera han sido capaces de formar gobierno, y eso que han contado con más de tres meses para pensárselo. Pero les da lo mismo porque, como en los tiempos de Salomón, no piensan en el pueblo, sino en ellos mismos, y están dispuestos a hacer lo que sea con tal de continuar en el machito.

Así cavilaba el votante número tropecientos, de una interminable lista, que empezaba en Valcabado y terminaba en Vilanova i la Geltrú. Un votante escaldado de haber asistido a múltiples elecciones y no haber encontrado respuesta a sus legítimas aspiraciones, mientras pasaba revista a la situación actual del país.

De manera que no cuenten conmigo los de Ciudadanos, decía, porque prometieron que iban a acabar con la política de antes, y terminar con la corrupción, además de no asociarse con la extrema derecha, y nada de eso ha llegado a ocurrir, sino todo lo contrario. Conmigo tampoco cuenten los del PSOE, porque también juraron y perjuraron que no iban a jugar a los cromos con los populistas, y decían que de los independentistas había que huir como de un perro escaldado, y nada han cumplido ni de lo uno, ni de lo otro. Conmigo que no cuenten los de Podemos, que juraban que iban a acabar con la casta - seguía diciendo - y ahora son ellos los que forman parte de ella, luchando como posesos por los sillones, sin importarles la consecución de acuerdos programáticos. Conmigo que no cuenten los del PP, porque esa sensibilidad de la que presumen algunos de su lideres - "no les perdonaré núnca que hayan acabado con la ilusión de mi hija" que dijera su portavoz femenina (Me niego a decir potavoza), a propósito de los lamentables trajes que llevaban los Reyes Magos en Madrid, hace un par de años - no se ve por ninguna parte, ni tampoco la tierna diputada, de apellido Fabra (Hija del expresidente de la Diputación de Castellón, condenado a cuatro años de cárcel) que lanzó en el Congreso aquel exabrupto "que se jodan", refiriéndose a los trabajadores que se encontraban en paro. Un partido que no trasmite, precisamente, esperanza de dejar de ser el partido que reúne más cargos públicos en la cárcel, o siendo juzgados por meter la mano en la caja. Conmigo que no cuenten los de IU, porque la coherencia, que era una de sus principales virtudes, la perdieron justo el día que decidieron ir de monaguillos con Podemos, y ahora se limitan a asomar la cabeza, al fondo de la foto, como los niños del coro. Conmigo que no cuenten los de Vox, esos elegantes señores que no hacen ascos a una época, y a un mandatario, en la que proliferaban los mandamases de chaqueta blanca, camisa azul y boina roja, que gustan hablar de la limpieza en la gestión, cuando, en realidad, viven un apasionado romance con un partido que, aun teniendo la lavadora a tope, no consigue limpiar el montón de ropa sucia que tiene apilada. Conmigo que no cuenten los independentistas que nos llaman a los españoles de todo, de todo menos guapos, y que su única virtud es la de tratar de engañar, incumpliendo las leyes que ellos mismos decidieron firmar en su día.

Así que, a lo tonto, a lo tonto, el votante se ha ido quedando sin opciones para decidir hacia dónde dirigir su voto, porque es de la opinión que llegar a ser engañado una vez es cosa de ingenuos, pero serlo dos veces es propio de gilipollas.

De manera que empezará a releer la lista de partidos, a ver si encuentra alguno, de esos de medio pelo, cuyas características dejen asomar alguna señal de credibilidad. Mientras tanto seguirá leyendo cosas del Deuteronomio, no vaya a ser que allí se encuentre la solución al conflicto.