Considere el lector que este nuevo rincón pretende servir de llamada de atención e incluso de provocación, sobre aspectos relacionados con la educación que por diferentes razones pueden y deben resultarnos de interés; al fin y al cabo, poner encima de la mesa los temas que nos preocupan es ya una buena prueba de que estamos en marcha.

En este primer encuentro y pecando, quizá, de ser demasiado ambiciosa comparto con los lectores una cuestión-debate que les planteo a mis alumnos recién ingresados en Magisterio: ¿Qué significa estar educado y quién lo decide? Es una cuestión de muy difícil respuesta, pero fundamental porque cumple dos objetivos importantes; sirve para activar el pensamiento e impedir que los estudiantes se me conviertan en "muebles" que decoran el aula y para poner en contexto todo lo que vamos a trabajar sobre el curriculum educativo. Seguramente, también el lector tenga ya una tormenta de ideas que le han venido a la cabeza. Tiene, además, con una respuesta dinámica, porque convendrán conmigo que estar educado en el siglo XIX no es lo mismo que en el siglo XX, o quizá ¿piensan que sí?, en su opinión, ¿de qué podría depender?

Por mi parte, propongo partir del contexto actual en el que nos movemos. No trato de referirme a los jóvenes ahora, eso lo haré en posteriores editoriales, sino más bien a la sociedad compleja, globalizada e intercultural en la que nos ha tocado vivir, y sobre todo, a nuestra realidad diaria que es, de alguna forma, la que sesga las necesidades educativas. Bien es verdad, que desde que se escribe sobre educación la sociedad de cada momento ha marcado las directrices educativas, pero, ¿qué tiene de especial pues el contexto actual para que pida a gritos el replanteamiento de la educación? Echemos un vistazo. Tradicionalmente, en nuestra cultura se asimila educación con poseer conocimientos y además, en función de ellos, clasificamos a las personas, a sus capacidades y su prestigio social incluso: "soy más de ciencias", "él es más de letras". Sin embargo, hoy día poseemos motores de búsqueda potentísimos y aparatos digitales que están omnipresentes en nuestras vidas y cuando digo omnipresente me refiero a que desde el baño de nuestra casa podemos acceder a los últimos informes sobre el cambio climático, leer la opinión de personas de otros países sobre la última hazaña de Trump, o también contemplar vídeos divertidos de gatos y chismes sobre "celebridades".

Un estudiante puede presentar un trabajo de 100 páginas de un día a otro sobre la fusión de los casquetes de hielo en el Ártico sin problema. En este entorno, con el conocimiento a golpe de "click", no tiene mucho sentido seguir metiendo información en los cerebros de los estudiantes y tratarlos como un almacén de información. En el pasado esto tenía sentido, enseñar los hechos básicos de geografía, historia y biología representó una mejora inmensa, porque la información y los medios eran escasos y era difícil saber sobre el mundo en general. Pero ahora, adolecemos justo de lo contrario, estamos inundados de información, en alguna ocasión he escuchado infoxicación y se hace necesario desarrollar la capacidad de dar sentido a la información, diferenciar entre lo que es importante y lo que no es importante, saber qué creer y, sobre todo, combinar muchas fuentes de información. La tecnología nos permite avanzar muy rápido, pero, ¿estamos preparados para hacer un uso efectivo de ella? Gardner, conocido por la descripción de las inteligencias múltiples, señala cinco habilidades de pensamiento o mentes que todo estudiante debe cultivar, si no desea quedar a merced de unas fuerzas que no entiende y por tanto no puede controlar. La mente sintética para recabar información de fuentes dispares, comprenderla y evaluarla con objetividad de forma que no solo adquiera sentido no solo para él, sino también para los demás, es decir, la habilidad de argumentar. La mente creativa para presentar nuevas ideas que sean acepadas por el resto, para plantear preguntas con las que no estamos familiarizados, y para innovar y mejorar el futuro. La mente respetuosa para comprender la diversidad de opiniones, perspectivas y para aprender a trabajar en equipo. La mente disciplinada para desarrollar la capacidad de mejora continua y la mente ética para reflexionar sobre las necesidades de la sociedad en que vivimos y actuar desinteresadamente para mejorar nuestro entorno.

Entonces, si están claras las mentes que se requieren en el futuro y está claro que son comunes a cualquier disciplina sea de letras o de ciencias y en cualquier etapa educativa, creo que la respuesta a la pregunta inicial sobre el significado de estar educado y quién tiene, en la actualidad, el poder decisorio para ello ha quedado relativamente clara. Pero, sobre todo, sirva esta pequeña reflexión para vislumbrar qué pasará si no escuchamos y tomamos medidas educativas tanto desde la política, como desde la institución educativa, como desde el entorno familiar, nadie queda eximido de su responsabilidad. Acaso ¿seguiremos pensando que estar cualificado es lo mismo que ser competente? Bueno, esto es otra cuestión que ya trataremos en el próximo encuentro.