El pasado jueves, día 25 de Julio, como todos los años se celebró la festividad de Santiago el Mayor. Un apóstol de Cristo que vino a evangelizar la península y cuyos restos reposan en suelo patrio. Tengo para mí que ningún otro veterano del santoral español puede competir con el currículum que presenta Santiago. No es de extrañar que sea el patrón de España. Patronazgo que se remonta al siglo VIII donde ya se le cita como protector y patrono. Poco a poco y como el que no quiere la cosa, se le ha ido despojando de sus dignidades. Su apoyo alentando a los ejércitos de los distintos reinos cristianos peninsulares en su lucha contra los musulmanes, reforzó su devoción. Incluso Isabel y Fernando se refirieron al apóstol Santiago como "luz e patrón de las Españas, espejo e guiador de los Reyes dellas". Ahora con el Isis dando el coñazo no interesa recordarlo, por si acaso.

Con la aprobación de la Constitución española de 1978, el santo patrón de España pasó a mejor vida, perdiendo su titularidad estatal, conservándola en el ámbito religioso, compartida con la Virgen del Pilar, excelsa patrona de la Hispanidad. Así y todo hasta no hace tanto fuera paripé, fuera respeto a la tradición, fuera lo que fuera, Santiago estaba presente, durante su festividad, en los distintos medios de comunicación y en el corazón y el fervor de los españoles. Así ha venido siendo hasta que desde hace muy poquito para acá, se le ha relegado al olvido más absoluto. Ni una mención, por pequeña que fuera, dada su importancia sobre todo para Galicia, en los informativos de las cadenas públicas y privadas. Se le ha hecho objeto de un inmerecido ninguneo, de un olvido interesado.

No hubo procesiones ni actos extraordinarios, ni se le dio al botafumeiro lo que del botafumeiro es, el protagonismo que merece. Ni visita real, ni política ni dios que lo fundó. En España estaban tratando de investir a un señor que acabó embestido por la izquierda y por la derecha y Santiago Apóstol pasó sin pena ni gloria. Si en lugar de terror de los moros, Santiago hubiera tenido que ver por su condición sexual que se desconoce, con el Orgullo gay, apuesta lo que quiera a que el fiestón habría sido impresionante, incluso con desfile a lomos de caballos blancos.

Este complejo absurdo que tienen nuestros dirigentes siempre dispuestos a borrar el pasado en lugar de aceptarlo con normalidad para que todo se normalice en la vida de España, lleva a situaciones de lo más absurdo. No se respeta la historia. En España la costumbre adquirida en los últimos años es reinventarla, reescribirla y tergiversarla. Lo que se importa de otros países y que nada tiene que ver con nuestra cultura, con nuestras tradiciones y costumbres es aquello que se impone. Algunos se creen así más progresistas, más integrados en el orbe internacional. "Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo", pero que si quieres arroz, Catalina. Abundando en ello, ahí va otra: "El pasado se acepta, no se lamenta. El presente se vive, no se discute. El futuro se espera, no se planea". Lamentablemente sólo son frases célebres que para la mayoría quedan muy monas sobre el papel pero difíciles de hacer realidad en el día a día.

Vergüenza da que la festividad de Santiago Apóstol que ya no se pinta en rojo en el calendario haya pasado con más pena que gloria. Sólo el arma de Caballería de la que es Patrón ha estado a la altura. El apóstol y todo lo que significó durante tantos siglos no merecen esta muerte por inanición que se le ha impuesto de forma interesada. Y porque en España se procedía a un imposible que ha dejado retratados a los protagonistas directos de la historia. Perdónalos, señor Santiago y bendice al arma de Caballería de España.