A estas alturas uno ya se ve resignado, a estar conectado siempre a algo, y no solo al móvil. Las vacaciones, en el mejor de los casos, sirven sobre todo al cuerpo ya que la mente es esa red de "chips" que no dejan de funcionar y quedan de guardia permanente, a veces sin pedírselo.

Ayer, paseando a mi nieto en la silla, donde coge el sueño de la siesta, por fortuna tuve la suerte de entrar en ese campo, (vedado en nuestros tiempos) de la relajación, del "dolce far niente", o como dicen en Galicia, donde escribo estas líneas, el "quieto parado" del pensamiento. Decía que llevaba al niño por una vereda campestre, silenciosa, y sosegada, y el resultado fue que el sueño le vino al pequeño y a mí la paz que tan cara se vende hoy, incluso en lugares de veraneo. Se me vino a la mente el alma de artista imaginándola en el mismo estado placentero que la mía y absorbiendo en silencio las sensaciones inspiradoras del paisaje sin ruido, como la tarde regalada que disfruto, cuando el sol ya no es bravo sino que hace paces con el aire fresco y la hora de andar se hace placentera.

A un grupo de amigos y compañeros de estudios nos place cada año huir del presente ajetreado y viajar en el tiempo a nuestros años infantiles en Tui, a orillas del Miño. La casa de formación en que crecimos sigue externamente igual y con la vegetación y arbolado si cabe más frondosos y cuidados. Volver a ese paraíso de infancia es un lujo que hoy disfrutamos en un largo fin de semana, aunque cierto precio pagamos antaño, siquiera fuese por la lejanía de nuestras familias. Hoy, volver allí, al ámbito de nuestra edad despreocupada, es desconectar del presente. En esos días todo vuelve empequeñecerse para ser lo que fuimos entonces: "felices e indocumentados", como dijo de sus primeros tiempos laborales el Premio Nobel García Márquez.Además de evocar "in situ" el pasado que vivimos juntos y bien avenidos, hacemos pequeñas excursiones, no sin antes subir al monte Aloia, primer parque natural de Galicia y escenario, podio y meta de nuestros "paseos de campo" del colegio.

Este año visitamos el castillo de Soutomaior, próximo a Vigo, y feudo del famoso Pedro Madruga, destacado noble gallego, partidario de la Beltraneja y por tanto enfrentado a Isabel la Católica. Hoy la fortaleza es un bello monumento restaurado y rodeado de jardines versallescos que disimula un tanto su pasado bélico y, singularmente, el de su ocupante más pendenciero, el mencionado Pedro Madruga que nunca se dio por vencido y cuando parecía que se rendía no le creyeron por lo que murió de forma sospechosa en Alba de Tormes cuando se dirigía a implorar perdon a los Reyes Católicos.

El castillo tiene salas bien dispuestas con la explicación de la historia que resumimos y la que tuvo después en el siglo XIX y XX, cuándo fue restaurado por los últimos herederos para residencia de verano una parte, y otra para "curas de aire, luz y reposo", justo lo contrario de lo que fue en su época gloriosa y convulsa. Empecé el artículo con el tema de la relajación y con el mencionado anuncio sanitario comercial lo cierro.

En verdad esas tres cosas deberían bastarnos para desconectar la mente inquieta: "esa loca de la casa", en palabras de Santa Teresa, que no para ni en vacaciones.

Y como no hay manera de que deje de enredar, es buena distracción un libro: "Todo se arregla caminando". César Antonio Molina, pero también la lectura del paisaje y la luz de atardecer, el mapa estrellado nocturno y la sombra de los caminos frondosos donde puedes dormir a un niño.