Fue sin duda un buen discurso el que posibilitó que por primera vez una mujer -alemana, hija ella misma de político, nacida en Bruselas y siete veces madre- se convirtiera, aunque fuera por los pelos, en la primera de su sexo en presidir la Comisión Europea. Ya era hora, después de la serie de once varones a la cabeza del Ejecutivo comunitario (doce si se incluye al interino Manuel Marín) y aunque uno reconozca que más importante que el sexo, debería ser siempre la ideología y el programa del candidato o candidata.

En el discurso que pronunció Ursula von der Leyen ante los eurodiputados hubo promesas para todos: lucha más decidida contra el cambio climático, fortalecimiento de los derechos sociolaborales, mayores impuestos a los gigantes del sector digital, atención preferente a un problema que tanto divide a los europeos como es el de los rescatados en alta mar y los refugiados, en general.

La hasta el otro día ministra alemana de Defensa prometió asimismo fomentar las inversiones para dinamizar la economía europea, lo que exigirá sin duda una aplicación más flexible del sacrosanto pacto de estabilidad y crecimiento acordado, por no decir impuesto, por Berlín a sus socios del euro.

Y se comprometió a algo que interesaba especialmente a los eurodiputados: que los jefes de Estado y de Gobierno se sacaran una candidatura de la chistera ante el evidente fracaso del llamado sistema de los Spitzenkandidaten (los jefe de grupo parlamentario). Este sistema, que habría dado sin duda mayor legitimidad a la elección, fracasó porque los líderes europeos no lograron ponerse de acuerdo en apoyar para ese puesto a uno de los dos cabezas de lista de los partidos más votados -el cristianosocial bávaro Weber y el socialista belga Timmermanns. Al primero, por el rechazo sobre todo de Macron; al segundo, por la oposición de los gobiernos autocráticos del grupo de Visegrado y del hombre fuerte del Gobierno italiano, Salvini.

Los de Visegrado -Polonia, Hungría, R. Checa y Eslovaquia- debieron de creer que la cristianodemócrata alemana iba a ser más condescendiente con sus derivas autoritarias de lo que había sido el comisario Timmermanns, pero, a juzgar por el discurso de aquella, podrían estar equivocados. ¿Cómo interpretar si no la afirmación que hizo de que la tendrán enfrente quienes traten de "debilitar, dividir o dejar a Europa sin sus valores" mientras que encontrarán siempre en ella a una "decidida luchadora" quienes, por el contrario, aspiren a a fortalecerla?

Fue también importante otro compromiso que anunció Von der Leyen: el de luchar para que el Parlamento europeo tenga por primera vez en la historia capacidad de iniciativa legislativa, algo que, a diferencia de lo que ocurre con los parlamentos nacionales, corresponde en la UE exclusivamente al Ejecutivo.

En resumen, un buen discurso, destinado a contentar a todos, pero al que deben seguir ahora los hechos. Y tal y como está de dividida la UE, esto va a ser sin duda lo más difícil.