"No existe falta de tiempo, existe falta de interés. Porque cuando realmente queremos, la madrugada se vuelve día, el martes se vuelve sábados y un momento se convierte en una oportunidad"

Anónimo.

Leyendo, en días pasados, una revista, me llamó la atención la frase que, entrecomillada, he escrito al comienzo de estas líneas sobre la organización de nuestro tiempo, del tiempo en general. A medida que vamos cumpliendo años, el tiempo psicológicamente nos parece más corto. Recordaremos que en nuestra infancia un día nos daba para todo, nos resultaba una eternidad, tal vez porque nuestro tiempo estaba programado, pues, no podemos olvidar que el día tiene 24 horas.

En el colegio donde estuve interno y estudié el bachillerato el elemental, plan de 1957, el día comenzaba a las 7 de la mañana y finalizaba a las 11 de la noche, lo mismo para los internos de ingreso de bachillerato que teníamos 9 ó 10 años, que para los que estudiaban preuniversitario que tenían 18 ó 19 años.

Han pasado los años y te das cuenta que en la infancia al niño hay que permitirle más tiempo libe para disfrutar de los juegos, pues, recuerdo que en el colegio teníamos el primer estudio a las siete y media de la mañana y permanecíamos hasta las ocho y media, desayuno, clases, media hora de recreo, más clases hasta la hora de comer, pequeño recreo , estudio, clases de la tarde, recreo, rosario, más estudio, cena y estudio hasta las once de la noche. Organización suma del tiempo y día eterno, allí todo estaba planificado.

El ejercicio de la memoria era permanente, todo se exigía de memoria, desde el catecismo hasta las formulas de física, en cambio, el razonamiento estaba en el olvido. ¡Qué pena!

A un niño no se le puede someter al horario de los adultos, pues, para él carece de interés e incurre en el aburrimiento y en la comúnmente llamada pérdida de tiempo. El presentismo no conduce a nada, ni en el estudio ni en el trabajo.

En cada edad conviene organizar el tiempo según las necesidades; no podemos generalizar horarios, hemos de disponer de tiempo suficiente no solo para cumplir con nuestras obligaciones de estudiante, laborales, profesionales, familiares, sociales, etc...sino también para cultivar nuestras aficiones, tan necesarias para relajarnos, ello exige planificación y organización, pero no imposición.

A la sala de estudio se va a estudiar y un niño de nueve o diez años a las siete y media de la mañana o a las diez de la noche generalmente no estudia, se duerme. Después de los años he llegado a la conclusión que la sala de estudio del colegio era una especie de lugar donde los internos estábamos perfectamente controlados y en absoluto silencio.

Recuerdo que el silencio era sepulcral, pero carente de motivación; presidía el silencio el miedo al hermano o padre vigilante de turno y al castigo de no salir el domingo por la tarde al cien con el curso, y tener que permanecer en la sala de estudio, ejercitando la memoria.

Estas reflexiones las llevo a cabo, a unos meses de mi jubilación, si Dios quiere y la legislación no sufre modificación alguna, pese a que con las modificaciones del año 2013, he de estar hasta la edad de 65 años y 8 meses; esperemos que en el otoño pueda ya disponer de tiempo, sinceramente lo estoy deseando, por momentos. El horario durante más cuarenta años de trabajo te va minando y lo que deseas es dedicarte a lo que te gusta y te produce satisfacción.

Cuando hablo con algunas personas ya jubiladas y me comentan, que se aburren, créanme que nunca lo he comprendido y ahora que se va acercando la jubilación, menos aún. Personalmente no sé lo que es el aburrimiento, tal vez porque por exceso de trabajo, no he podido destinar el tiempo que me hubiera gustado, en mi vida activa profesional, dedicar a mis aficiones, tales como la escritura, la lectura, los largos paseos, la música, el campo, disfrutar del placer de conversar en grata compañía, prohibido conversar con personas tóxicas, con los espíritus de la contradicción, y en general con esas personas, que todos conocemos que procuras evitar, porque te amargan el día.

He de cambiar de actitud, soy plenamente consciente, y de cambiar la organización del tiempo, pues, una vez jubilado, cesan las obligaciones laborales y profesionales y tienes que programarte para realizar otras actividades, que no has podido realizar o que has realizado, pero no cómodamente.

Aprender a organizar el tiempo es una habilidad que se puede aprender y perfeccionar.

Feliz verano a todos. Y no olviden organizar su tiempo para bien, especialmente en vacaciones.