Anda toda la Zamora despoblada ilusionada porque los dos bipartidos no sólo se han comprometido sino que también han rivalizado en protagonizar la ocupación forzosa de Montelarreina por entre mil quinientos y tres mil militares que, con sus familias, puedan paliar la pérdida de cerca de tres mil zamoranos de media en los últimos años, entre los que se van al mundo y los que se van de este mundo.

Esta propuesta ha sido apoyada por todos los sectores empresariales de la provincia y adoptada por Zamora 10, y no ha sido criticada públicamente por ningún sector de la sociedad ¡Tan desesperados estamos!

Parece que nadie se ha parado a pensar por qué nos podemos gastar de los presupuestos de alguna institución -hasta ahora ninguna se ha comprometido- los 100 millones que cuesta rehabilitar el campamento cerrado en su día por una decisión política que años después queremos rectificar por equivocada, todo a golpe de talonario público y de desplazar los militares de donde estén ahora -creo que desde Galicia- a la despoblada Zamora. Porque no parece que vayan a ser militares a mayores de los que ya existen, que también habría que pagarles entre todos ¿Van a querer venir o van a obligarles a irse desde donde viven a Zamora?

La sociedad zamorana entra en contradicciones enormes, porque a todo el mundo le parece bien que vengan cuantos más militares mejor a Monte la Reina, pagados de los presupuestos públicos. Pero los sindicatos se quedan solos alzando la voz contra la supresión de oficinas de Correos y carteros en los pueblos, que suponen una pérdida de 120 puestos de trabajo -a los que hay que añadir los que ya se han perdido- y que dejan la zona rural con un servicio tan mermado que no ayuda a que la gente se quede.

Lo mismo que sucede con la pérdida de 3.000 empleados públicos desde la crisis del presente siglo: personal sanitario y docente en los pueblos, guardias civiles en los cuarteles de zona rural, y hasta los curas, que cada vez hay menos vocaciones, como dice el Arzobispo Blázquez ¡Dejamos que se cierren escuelas, consultorios médicos, cuarteles y hasta parroquias sin piarla, y aplaudimos que vengan otros funcionarios como los militares!

Claro que lo mismo hemos hecho con el AVE, que andamos como niños con zapatos nuevos con las altas velocidades, pero hemos cerrado todos los edificios y perdido todos los puestos de trabajo de las estaciones donde no sólo pasaban sino que paraban los trenes, se vendían billetes, íbamos al pueblo...

Resulta curioso que todos los defensores de la iniciativa privada y del emprendimiento como motores del desarrollo, al final lo único que proponen para zonas como Zamora es la llamada a la iniciativa pública, al presupuesto de las instituciones y a la subvención del BOE, BOCyL y BOP. ¡Si hasta parecen comunistas como el alcalde!

Porque, sin ser comunistas que creen en la igualdad, pero al menos como socialdemócratas, los emprendedores de Zamora están llegando a la misma conclusión respecto a Zamora: que este territorio necesita para seguir acogiendo a una población sostenible la ayuda de los poderes públicos, de las instituciones y de la solidaridad en definitiva.

Por poner un ejemplo de este milenio, la novedosa y aplaudida iniciativa empresarial de Zamora 10 ha conseguido lo siguiente: una escuela de Industrias Lácteas en un edificio público de enseñanza y con financiación pública de los cursos del ECyL o del INEM, y un Máster de la pública Universidad de Salamanca que tendrán que pagar los alumnos que quizás tengan becas. Todo pagado por todos, como el resto de los proyectos que tienen, entre ellos el Museo de Semana Santa, que es de la Iglesia pero quieren que lo paguemos entre todos, impuestos de ateos incluidos.

Sin embargo, sin tanto estudio, técnicos y proyectos, ahora están los pueblos a rebosar, hasta el punto de que las farmacias no dan abasto a emitir recetas para los forasteros, también porque no hay Internet ¿Con quién? Con los nietos de los zamoranos que no dejaron de serlo pese a la emigración forzada por decisiones políticas como las de anegar pueblos para producir kilovatios o de favorecer las fábricas frente a la producción para comer y vivir, que vuelven todos los veranos y los fines de semana a seguir siendo zamoranos, y a mantener las casas de sus abuelos y con ellas el pago de tributos que mantienen los gastos del ayuntamiento o del pedáneo.

Los utópicos de IU en la Diputación presentamos una propuesta llamada "proyecto arraigo" que no nos habíamos inventado, sino que se había llevado a cabo en muchos pueblos para que personas que no procedían del mismo, pudieran comprar o alquilar una casa para que no sólo no se arroñara, sino que se llenara de cuidados y de gente que se sintiera como en su casa, como en su pueblo. Arraigados para compartir destino, tradiciones, pan y vino y alimentos con denominación de origen.

Nos dijeron que eso no era repoblar. ¡Claro que no lo era! Pero ayudaba a mantener los pueblos, como en estos días en los que, no sólo vienen los nietos sino sus amigos, a disfrutar de la sabiduría de los abuelos que aquí vivieron antes de la despoblación. O se fueron a buscarse la vida pero no olvidaron su origen.

Parece que la solución para repoblar es traer militares. Sí. Pero también es que se queden los carteros, y los docentes, y el personal sanitario. Y que en las farmacias se atienda a esa población en verano y en los centros de salud en invierno, que para vivir necesita los servicios públicos sin los que aquí no hay quien viva.

Donde a la iniciativa privada no le interesa invertir y por ello no llega, la iniciativa pública está obligada a mantener derechos, servicios y territorios.

Las decisiones políticas que cerraron escuelas, consultorios médicos, trenes, servicios postales, explotaciones ganaderas y agrícolas, todo por falta de rentabilidad, son las que pueden abrir servicios y asentar población en los pueblos donde estén atendidos los mayores y los pequeños, y todos comunicados para seguir activos en el mundo.

Tres mil militares nuevos, otros tantos miles de puestos para un campus científico dedicado a la investigación, los tres mil empleados de los servicios públicos cerrados y otros tantos de apoyo a la dependencia y al sector forestal. Dinero e inversión pública.

Luego quizás se abran los comercios, los bares y las casas de los pueblos, y se cultive la tierra todos los días. Y si no se abren, pagamos comerciantes, hosteleros, agricultores y pobladores...Todos funcionarios.

Si hay dinero para traer militares, hay dinero para traer miles de empleados que repueblen la tierra de sus mayores, de los nuestros. Dinero público, de todos.

Eso sí. A la defensa de lo común no le llaméis comunismo si no queréis. Pero al menos, llamadlo comunero: "Común es el sol y el viento, común ha de ser la tierra, que vuelva de nuevo al pueblo, lo que del pueblo saliera". Que vuelvan.