A partir de una determinada edad los pechos femeninos no se preocupan por nada. Los pezones son dos académicos que no están a merced de extensas oratorias y saben que a veces es mejor lo "estropeado" que lo desnaturalizado. Creo, que en el verdadero lecho del amor, nadie se indigna por ver los pechos caídos. Avergonzarse de las líneas de la vida, es despreciar claramente el sentido de la vivencia, y desestimar la sinceridad del paso del tiempo. ¿No creen?

Hace pocos días acudí a la piscina, después de pasar un rato debajo de un sol de justicia, me dispuse a darme un baño. Ya en el agua, coincidí con un grupo de chicas que estaban hablando de "tetas": "qué pasada tía, te han quedado de puta madre". Por lo visto había más de una operada; lo qué me llamó tajantemente la atención es que una de ellas dijo : "Me las han regalado mis padres". Perdonaaaa, pensé, no me jo... que ahora los padres regalan tetas. Por lo visto, sí. Las chicas, no tendrían más de 20 años, estaban encantadas de emular a Dolly Parton. Con los morritos típicos de los selfies, no pararon de hacerse fotos, supongo que orgullosas de su "pechonalidad".

La madurez es un buen tranquilizante; a determinada edad uno goza de tener vida, el resto es secundario. En los pechos de una mujer se pueden ver muchas cosas... A veces, por desgracia, hasta cáncer. La simplicidad, por lo visto, es la nueva felicidad; despreciando lo profundo jamás tomaremos conciencia de muchas cosas. Observando algunas obras de arte, detengo la vista en La Virgen de la buena leche, un cuadro de El Greco que exalta la ternura y el amor maternal. Su semblante, al menos para mí, es la excelsa armonía de una mujer.

Las épocas no se miran de frente. En otros siglos los pechos eran la seguridad del alimento del recién nacido. Ahora, son influencia ambiental, de los selfies y las redes sociales. Pasaremos a la historia por ser el siglo del juicio perdido...