Con 123 escaños no lo tiene fácil el aspirante a la presidencia del Gobierno. Y, España necesita un Gobierno ya. Un Gobierno que no sea estéril. Ningún partido político parece estar por la labor de abstenerse o de apoyar al candidato propuesto por el Rey. Unos porque no perdonan. Otros porque no olvidan. Y los de más allá porque exigen demasiado. En política los apoyos no se regalan. Pablo Iglesias pide una vicepresidencia y Sánchez sabe que no puede ni debe sentarle en el Consejo de Ministros, porque no es fiable, porque es capaz de levantar banderas capaces de resquebrajar el liderazgo de Pedro Sánchez en el PSOE. Hace bien Sánchez en no dar pie a Iglesias, en no meter un caballo de Troya entre los suyos. Bien es verdad que nadie da los duros a peseta. Sería bueno que el presidente en funciones hablara claro. Hiciera público su programa de Gobierno, su proyecto de cuatro años y a partir de ahí negociar y discutir. El mutismo es absoluto y hace presagiar lo peor: nuevas elecciones.

Hablando con mi profesor de Historia, a propósito de la situación actual de España, me recordaba el breve reinado de Amadeo de Saboya. Vino dispuesto a gobernar la España ingobernable durante un tiempo difícil, el que va del 16 de noviembre de 1870 al 11 de febrero de 1873, solo y sin apoyos en aquella España desgarrada por "las sangrientas y estériles luchas". Renunció a "gobernar un país tan hondamente perturbado". ¿Estará actualmente España tan hondamente perturbada? Amadeo de Saboya, el rey masón, se despidió de los españoles a través de una carta dirigida a la Nación en la que se quejaba amargamente de los enfrentamientos de los partidos políticos y de las manifestaciones tan opuestas de la opinión pública. ¿Le suena de algo?

Transcribo textualmente unas palabras del monarca contenidas en la citada epístola que debieran hacernos reflexionar: "Si fueran extranjeros los enemigos de su dicha (refiriéndose a España), entonces, al frente de estos soldados, tan valientes como sufridos, sería el primero en combatirlos; pero todos los que con la espada, con la pluma y con la palabra agravan y perpetúan los males de la Nación son españoles". El tiempo, años después, volvería a darle la razón. Amadeo de Saboya regresó a Italia, donde murió el 18 de enero de 1890 con el pesar de no haber podido procurar todo el bien que anhelaba a esta "España tan noble como desgraciada". ¿Ha cambiado algo desde entonces? Tengo para mí que los españoles no hemos aprendido nada de nuestra historia.

Está claro que en esta ocasión Pedro Sánchez no quiere hipotecarse con los nacionalistas ni con el cambiante Pablo Iglesias. Quiere algo bien diferente pero no acaba de explicarlo con la claridad necesaria. Los españoles estamos hartos de elecciones y no nos pueden llevar a una nueva cita electoral por mucho que este periodo en funciones se prolongue en el tiempo. Lo que empieza a estar claro es que con Podemos es poco menos que imposible formalizar coalición ni pacto alguno y tampoco puede acoger en el Gobierno, tras la sentencia del Tribunal Supremo, a quienes plantean el secesionismo como solución para Cataluña. Es un riesgo que el presidente en funciones no debe y no quiere asumir. Los dimes y diretes dialecticos entre PSOE y Podemos no admiten dudas: no hay entendimiento posible. Pedro Sánchez no está cómodo al lado del podemita.

Los que no perdonan y los que no olvidan van a seguir en sus trece. No les falta razón. Una moción de censura y el grito unánime de las bases socialistas "Con Rivera, no" tienen la culpa, entre otras culpas.