La fiesta de los toros es una buena excusa para hacer amistades, para honrar la amistad, para compartir, para dar y recibir, para reír y llorar, para disfrutar. La fiesta de los toros sirve además de para hacer amistades, para el reencuentro, para la solidaridad. La plaza de Zamora se convierte todos los años en lugar de encuentros en los que se comparte afición, recuerdos, comentarios, pan y vino para hacer mejor el camino que transita por seis toros más o menos bravos, por la faena de tres toreros o tres rejoneadores y un tiempo que se hace corto cuando se está cultivando la amistad.

La amistad y los toros van siempre de la mano. Que se lo pregunten a Manuel de Lera y el tándem que forma con Alberto Durán, Fernando y tantos otros aficionados como recorren incansables aquellos lugares de la provincia donde se celebre un festejo taurino. Nada digo si en esos encuentros se juntan vecinos de Toro, de La Boveda y de Coreses, tal y como ocurrió este año en un palco del coso zamorano donde el pan y el vino corrieron generosos pero no solos. La clásica y riquísima tortilla de patata, los pimientos fritos con un toque de picor, el justo y necesario, el chorizo y el salchichón de la matanza, la empanada, el bocata de lo que sea e incluso los boquerones en vinagre, pero hechos en casa al estilo de las madres que son únicas en esto de preparar ricas merendolas. Y de postre, sandía que para eso en la pandilla hay un frutero de categoría.

Cuando los toresanos Caja, Valeriano, Dani, J, TT, Gustavo, Oscar y la simpar Mely, se juntan con Pablo y Jose de La Boveda y Chani de Coreses, la fiesta está asegurada por ellos mismos. Llevan la fiesta en la sangre. La de los toros y la otra que pasa por la música y la camaradería. De hecho entre ellos hay antiguos miembros de la recordada Orquesta Zaravencia de la ciudad de doña Elvira. Con gente así no hay penas que valgan. Y lo más grande es que lo que tienen, no es sólo de ellos. Juntos y por separado lo que tienen lo comparten con una alegría y una generosidad dignas de encomio.

Yo creo que el espectáculo social que ofrece la plaza de toros de Zamora en San Pedro no se puede pasar por alto, es único. No hay ningún otro en el que suceda algo igual o parecido. Todo corre generoso de mano en mano. Que se lo pregunten a mi querido compañero Celedonio Pérez quien, por cierto, elabora un vino exquisito con uva de Sanzoles del Vino, su localidad natal. Cele es de los que mantiene las tradiciones, defendiendo aquello en lo que cree. No en vano es hombre de convicciones firmes y de los que sabe compartir lo suyo con los amigos y aún con los que no lo son.

No creo que haya otro espectáculo que concite en torno suyo, a pesar del acoso y derribo que sufre la fiesta, la camaradería que se ve y se palpa en los toros. Qué pena que nos despachen con dos jornadas que saben a poco. Y eso que este año la puerta grande se abrió en dos ocasiones y por merecidas faenas que no dejaron indiferente al público. La fiesta ha vivido tiempos mejores, no cabe duda, sin embargo todavía mantiene ese algo especial que trasciende a la propia fiesta. En eso, Chani, Jose, Pablo, Mely, Oscar, Gustavo, TT, J, Dani, Valeriano y Caja se llevan la palma. Donde ellos están vive la alegría y el buen humor tan necesarios. Para tristezas ya bastantes tiene la vida como para no sumarse al jolgorio, a la guasa y a la simparía que derrochan estas y otras personas que ponen color y sabor a la fiesta.

Si alguien busca hacer amigos y compartir la palabra, el pan y el vino, que venga por San Pedro a Zamora. La cita es en el coso taurino de la ciudad.