Yo creo que lo de Rivera y Sánchez no se trata de un mero asunto de discrepancia ideológica. El presidente en funciones está muy cabreado con el líder naranja al que ha acusado de no tener "un mínimo decoro" por rechazar reunirse con él. Todo el Gobierno en funciones y un sector de la prensa a la izquierda presionan constantemente a Rivera para que propicie la abstención de su grupo en la investidura. Sánchez insiste y Rivera dice que "no es no", escueta, pero significativa frase acuñada precisamente por el socialista en los rifirrafes anteriores al momento presente. Por cierto, ignoro qué es lo que no ha entendido Sánchez de "no es no".

El hombre perdona pero no olvida. Albert Rivera no olvida con cuanta fruición y entusiasta alegría, en la noche de la victoria amarga por insuficiente de Sánchez, los corifeos congregados a las puertas de Ferraz, gritaban un mismo estribillo: "Con Rivera, no". A ciertos medios, al propio Sánchez y a sus ministros en funciones les han hecho un borrado, hasta treinta y cinco veces, en el disco duro de sus respectivas memorias, porque no guardan recuerdo alguno de aquel grito unánime que tan mal resonó en los oídos del naranjito.

Tan a pecho se lo ha tomado que está siguiendo al pie de la letra las instrucciones dadas a Sánchez por aquellos corifeos. El mejor grito de rechazo es el que está por decir. Salvo que la orden llegue de Europa o in extremis o vaya usted a saber. Rivera no está por ceder. Para él las bases son muy importantes y si las bases dijeron "Con Rivera, no", pues como no es no, no tiene por qué ser sí. Ni que esa negativa suponga dejar paso con una abstención que no garantiza nada. El presidente en funciones no está dispuesto a ceder cotas de poder, tal y como le ha manifestado a su socio más incómodo y ambicioso, Pablo Iglesias. Cierto es que Iglesias y Rivera nada tienen que ver, afortunadamente para el segundo. Sánchez lo quiere todo gratis. Y eso, tampoco.

Puestos a recordar, hay que echar mano de aquellas imágenes que propiciaron el rojo y el naranja, firmando acuerdos que a la hora de la verdad quedaron en papel mojado. Eso no es serio y Rivera no quiere repetir la experiencia. Pedro, el hombre, se desgañita poniendo como ejemplo los acuerdos llevados a cabo en Bruselas y en tan solo 48 horas, como si lo de los Liberales y Populares europeos y los socialistas del viejo continente fuera extrapolable a España. Que no. Que lo que ocurre en España no es cuestión de ideologías. Es cuestión de actitudes.

Dada la tendencia de Sánchez a la hora de elegir compañeros de reparto, no se fían de él, tienen un "mínimo decoro" para no resultar agraviados. Ni Bildu, ni Podemos, ni los nacionalismos ni los independentismos pueden secuestrar el presente y el futuro de España con sus imposiciones. No se puede ceder a sus exigencias. No se les puede demostrar debilidad alguna porque la aprovechan bien aprovechada En ese aspecto Sánchez ha demostrado ser un poco blando. De hecho hemos visto y hemos vivido momentos como el del blanqueo de Otegi en la Televisión Pública que maneja a su antojo una comisaria de Sánchez, Rosa María Mateo, entrevista que no ha concitado precisamente el favor y el fervor social. Los que trabajan dentro cuentan cosas a los que observamos fuera que hielan la sangre. Así está la Corporación Pública RTVE, hecha un erial.

Entre las cosas que pasan por la cabeza de Rivera, está aquel estruendoso "Con Rivera, no", que está marcando su agenda. Con razón. Con toda la razón.