Que no, que no es pan todo lo que comemos. Tiene la forma, pero no el fondo. El mejor ejemplo lo constituye el pan que nos venden en los supermercados. Pan congelado. Y eso ni es pan ni nada que se le parezca. Como el pan de Zamora, pocos en España. Sólo que sobre nuestro pan se han impuesto las barras, posiblemente más baratas, pero nunca mejores, que nos endosan en el súper de cada uno. Y es que sin pan malamente se come y se vive. Como el agua, es un bien escaso dada la tendencia. Y como el agua, es un bien común al que no todos los mortales tienen acceso, desgraciadamente.

Además, el pan marida con todo, que dirían los modernos, el pan encaja con todo alimento. Así lo reconocía el mismísimo Juan Ramón Jiménez: "El pan se entra en todo: en el aceite, en el gazpacho, en el queso y la uva, para dar sabor a beso; en el vino, en el caldo, en el jamón, en el mismo pan con pan. También solo, como la esperanza, o con una ilusión....". Y cuánta razón hay en las palabras del padre literario de Platero. Ya lo dicen los refranes, auténticos sacos de verdades: "De los olores el pan, de los sabores la sal", "Nueces con pan, ricas están", doy fe de ello. "Si tienes pan y lentejas, para qué te quejas", "Ni mesa sin pan, ni Ejército sin capitán". Lo lamentable, ya digo, es que siendo un bien común es, debido a las desigualdades, a la pobreza, a la crisis, un bien también escaso. Por cierto, el pan por sí mismo, no engorda. Lo que engorda es lo que le metemos dentro o cuando lo arrastramos por una salsa haciendo 'barquitos' que una vez en el estómago se van donde menos queremos, a la cintura y a las caderas.

No está la cosa para meter más calores en el cuerpo dado lo incendiario del sol estos días. Pero si hay un plato rico de verdad, que en Zamora se hace como en ningún otro sitio, son las sopas de ajo. Las dejaremos para octubre. Pero no me diga que no están ricas con pan de Carbajales o de Mombuey, me da igual. Pero, claro, hablar del pan de estas dos localidades es hablar de pan con mayúsculas. Dicen que las ventas de pan han decrecido, que comemos menos pan. Todavía sabemos distinguir y espero que volvamos a la sana costumbre de comer pan, mejor pan y más barato. ¡Ay, amigo! Ayer mismo entraba en vigor la nueva Ley de calidad del pan que tanta falta estaba haciendo. Gracias a esa Ley tan necesaria se garantizará a los consumidores la adquisición de productos de calidad perfectamente caracterizados y etiquetados, según se nos ha dicho desde el Ministerio de Agricultura.

Porque con el pan hay mucha trampa y mucho cartón. Ya digo, a cualquier cosa le llaman pan y los consumidores a tragar. Pues no. La nueva norma contempla requisitos más estrictos a la hora de etiquetar el pan. Tenga en cuenta que nos meten por integral, multicereal o de masa madre cualquier cosa y ninguna buena, ninguna se ajusta a la composición que en realidad debe tener y que por lo tanto debe figurar en la etiqueta. Todos serán 'pan común', lo que permitirá aplicar un IVA reducido del 4% a otros panes que tenían un tipo del 10%. Ya veremos si notamos en nuestro bolsillo esa reducción. Los responsables de que no nos metan gato por liebre, deberían ser más estrictos y no que en esto la cosa anda manga por hombro. Hay panes de esos congelados que después de unas horas en casa, cuando vas a comer un trozo, la miga sigue húmeda. Que alguien nos explique cómo es posible que eso ocurra.

Que no, que no es todo pan lo que comemos. A ver si a partir de ahora la cosa mejora. No me extraña nada que la compra de pan en España se redujera un 2% el año anterior, cayendo hasta mínimos históricos. Hay que volver al pan nuestro de cada día. Eso sí, mejorado.