La definición de las consejerías (diez, una más que ahora) y el reparto de las mismas entre PP y Ciudadanos supone el epílogo a una intensa negociación entre Alfonso Fernández Mañueco y Francisco Igea. Si ese proceso se pareciera en algo a una partida de mus, estaríamos ante dos jugadores que han querido ser siempre mano, aun jugando con cartas muy diferentes. Envites los ha habido de todas clases, incluso algún farol que otro, pero a la hora de poner boca arriba los naipes han mostrado lo que muchos pensaban y otros intuíamos. Eran ya demasiadas las señas, veladas o no, que se habían cruzado ambos contrincantes como para no conocer a estas alturas el juego que cada uno llevaba.

Francisco Igea ha puesto el listón alto, muy alto, al PP para tragarse el sapo que la dirección nacional de su partido le había impuesto. Y a la vista de la distribución de las futuras responsabilidades autonómicas, no le ha salido nada mal. El nuevo organigrama del Ejecutivo concede a él mismo la vicepresidencia del Gobierno y la portavocía, así como otras cuatro consejerías a su formación, algunas de gran relevancia. El partido naranja asumirá el departamento de mayor peso presupuestario, Sanidad, al que la Junta destina uno de cada tres euros. Además se hace con la cartera de Industria, hasta ahora en Economía, y que no deja de ser la parte más golosa de esa tarta al gestionar la ADE, los planes industriales y la economía real de puertas hacia fuera. Tampoco es menor la gestión de la Consejería de Cultura y Turismo, que le dará a Cs un escaparate inmejorable. Y sobre la cuarta consejería liderada por la formación naranja, Transparencia y Regeneración, pues dependerá de sus competencias y grado de ejecución de acuerdos si no se quiere correr el riesgo de que acabe siendo un querer y no poder.

Por su parte, Alfonso Fernández Mañueco será el presidente de Castilla y León y ese cargo para un político de raza como es el salmantino representa todo un honor. Sin duda, a él también le hubiera gustado más otro vicepresidente a su lado que el que va a tener. Pero los resultados del 26-M, las aspiraciones de gobierno y la férrea posición de Igea no daban muchas opciones. Las carteras de Educación y de Familia le otorgan al PP la responsabilidad sobre las políticas sociales y las de formación de nuestros jóvenes. Todo un desafío. Del resto de carteras, cabe destacar la de Hacienda (que va unida a Economía), auténtico departamento para el control fiscal de los dineros de toda la Administración. No es nada desdeñable la consejería de Presidencia, por su virtud de transversalidad, y mucho menos la de Agricultura y Ganadería, una cartera pegada al medio rural y sobre la que recae un sector estratégico para la Comunidad como es el agroalimentario. La otra consejería, Fomento y Medio Ambiente, ya no es lo que era antaño, cuando estaba dotada con grandes presupuestos y sus máximos responsables podían lucirse.

Así las cosas, el nuevo gobierno en el que una formación con 29 procuradores (PP) asume la presidencia del Ejecutivo y seis consejerías y otra, con 12 (Cs), se responsabiliza de la vicepresidencia y de cuatro consejerías más (sin olvidar la presidencia de las Cortes), es fácil colegir las duras exigencias naranjas. Y no relativicen una cuestión de suma importancia, como es la portavocía y la relación con los medios de comunicación. Dicho lo cual, al candidato de Cs a la Junta no le ha salido nada mal el envite a la grande. No lo duden, será interesante comprobar cómo va a ser esa cohabitación y cómo ejercerá el contrapeso en esa última área el Partido Popular. Supongo que a través del grupo parlamentario en el hemiciclo regional.

Sí les digo también que Fernández Mañueco es un dirigente experimentado y, lo que se dice, un tipo con suerte, combinación nada descartable para lo que se avecina. Y, a veces, hasta con pocas cartas acabas ganando la partida entera. Vamos, todo un órdago.