Cuando quería calificar a alguna mujer de soberbia, siniestra y agria de carácter, mi madre solía hacer alusión a la "Señora Danvers". Incluso, a veces, tal denominación llegaba a usarla como adjetivo. De manera que, cuando decía "esa es una "Señora Danvers", todos ya sabíamos de que iba la cosa, más que nada por el tono que solía utilizar, aunque lo cierto es que yo, que por entonces era un niño, no estaba seguro de interpretar con certeza lo que quería decir exactamente.

Fue bastantes años más tarde, cuando tuve ocasión de ver "Rebeca", aquella maravillosa película de Alfred Hitchcock, con la que ganó el Oscar en 1940 en su primer trabajo en los EE UU, cuando llegué a descubrir quién era tan malvado personaje. Se trataba de una ama de llaves que le hacía la vida imposible a la segunda Señora Winter, o sea, a Joan Fontaine.

La segunda Señora Winter, era una joven ingenua, enamorada hasta las trancas de Sir Laurence Olivier, que hacía el papel de un triste y melancólico lord británico llamado Max, propietario de la lujosa mansión de Manderley, que había perdido, un año antes, a su primera esposa en extrañas circunstancias.

La que hasta entonces había sido, simplemente, la hermana pequeña de la consagrada Olivia de Havilland, le robó aquel papel, y llegó a trabajar con el mago del suspense, tras dura competencia, ya que sobre Olivia caía el aurea, aun reciente, de la Melanie que había bordado en la mítica "Lo que el viento se llevó", una superproducción con los mejores actores del momento, como Vivien Leigh y Clark Gable, el genuino provocador de grandes orejas y mirada desafiante, que dio vida al aventurero Rhett Butler.

Clark Gable fue el seductor por excelencia, así se mostró a lo largo de su amplia filmografía, lo que provocó, quizás por envidias, que se sembraran injustas críticas sobre algunas de sus interpretaciones, aunque demostrara ser un actor completo, no solo por haber obtenido un Oscar, sino también por la brillante intervención que dejó, poco antes de morir, en aquella memorable película de "Vidas rebeldes", dirigida nada menos que por John Huston, junto a Montgomery Clift y Marilyn Monroe, con guión de Arthur Miller, marido de esta última.

Fue aquel 1960, un año nefasto también para Marilyn, ya que para ella también fue la última película en la que intervino - si no contamos otra que dejó por terminar - ya que murió poco después de forma no aclarada, aunque distintos investigadores apuntan a su relación con los Kennedy, en especial con John, en su época de presidente de los EEUU. Marilyn fue criticada debido a su popularidad y a determinados papeles que llegó a desempeñar, habiéndola tildado algunos críticos de "rubia tonta"; pero nada más lejos de la realidad, pues tras su formación en el Actors Studio, demostró de sobra su competencia. Por cierto, que Hitchcock debió quedarse con las ganas de hacer alguna película con ella, ya que Marilyn, además de una excelente actriz que se comía la pantalla, también era rubia, o al menos así se mostraba, siendo ambas condiciones las que ponía el famoso director inglés para trabajar en sus películas.

Aunque aún hay críticos que siguen dudando de la capacidad de Marilyn como interprete, ahí están sus trabajos que demuestran lo contrario. Entre ellos, hay uno que destaca sobre los demás, el de Sugar, en "Con faldas y a lo loco", a las órdenes de Willy Wilder, aunque, a mí, particularmente, me guste más la creación que hizo de Cherie en "Bus Stop", una cantante de bar que terminaba enamorándose de un palurdo vaquero, sin experiencia sexual, y en el fondo, tan ingenuo como ella.

A diferencia de Marilyn que vestía faltas ajustadas y escotes generosos, la protagonista de "Rebeca", Joan Fontaine, vestía en aquella película de manera descuidada, nada adecuada a su rol de señora de un lord, lo que le sirvió para resaltar la ingenuidad y falta de experiencia del personaje que interpretaba, ya que vestía chaquetas de lana que no resaltaban, en absoluto, su indudable atractivo. De ahí surgió el nombre de "rebeca" para denominar a determinadas chaquetas de lana que suelen utilizar las mujeres, y también algunos hombres, como también ese dicho de "ponte una rebequita que hace fresco".

Esa prenda, una rebeca, era la que, en ese preciso momento, se estaba enfundando, una señora que viajaba a mi lado en el autobús que nos conducía al otro extremo de la ciudad, quizás pensando que, en estos días de verano, suelen poner el aire acondicionado a tope y, por menos de nada, puedes llegar a cogerte un resfriado.

Desde la ventanilla habíamos visto pasar grandes casas, algunas derruidas, como aquella lujosa mansión que salía en "Rebeca", en la que el lord Max de Winter presenciaba como la incendiaba la perversa "Señora Danvers".

Ya cerca del final del recorrido, grandes carteles anunciaban una película protagonizada por Anjelica Huston, hija de John Huston, con una imagen en primer plano de la actriz, que nos miraba con profundidad y misterio, de manera que producía escalofríos, como solo ella sabe componer - no en vano fue esposa del inquietante actor Jack Nicholson del que habrá heredado algunas de sus tics - y en medio de aquella atracción hipnótica, llegué a la conclusión que si hubiera llegado a estar allí mi madre, habría dicho que aquella era la "Señora Danvers", aunque eso sí, en versión actualizada.