Quizá la misión más importante, que tienen los que merezcan la denominación de padres y maestros, es la de inculcar a sus descendientes y discípulos, todas aquellas enseñanzas; fundamentalmente a través de su respectivo propio comportamiento y ejemplo; que persigan y procuren su formación integral que debe implicar como meta el que sean unos profesionales, unos ciudadanos, unas personas responsables, cumplidoras, serviciales, etc., con las innumerables obligaciones de todo tipo y naturaleza que tienen y, sobre todo, tendrán cuando alcancen la mayoría de edad, trabajen y asuman obligaciones familiares, políticas, sindicales o como miembro de las infinitas organizaciones de todo tipo y condición que existen, si es que es su deseo, respecto a estas últimas, formar un hogar, vivir en pareja, o participar en la "cosa pública", en instituciones no lucrativas, etc.

Para alcanzar la deseable convivencia; en la que en la mayoría de los casos nos vemos obligados a compartir, especialmente en los ámbitos laboral, con los compañeros de trabajo, con los familiares, con los convecinos, etc., que suelen ser de todo "tipo de pelaje y condición", y de los cuáles no "nos podemos escaquear", pues no los elegimos, nos vienen dados; es fundamental la concurrencia en todos de una mínima educación, que posibilite la colaboración profesional, fundamental en los trabajos en equipo, y así que los resultados del esfuerzo y responsabilidad sean máximos para bien de la empresa, Administración Pública y, consecuentemente, de los destinatarios, demandantes y administrados; que la comprensión y la tolerancia, con los que llevan los mismos apellidos o se comparten la vida con ellos, sea posible, para evitar rupturas, desazones, incomunicación, etc; como que la colaboración, predisposición, servicio a unos fines o ideas de interés general, permitan lograrlo en su cota máxima, para bien de todos.

El respeto, hacía uno mismo, y hacía los demás es condición "sine qua non" para que todo tipo de contactos humanos sean dignos, estimables, provechosos, posibiliten las relaciones humanas, etc.; pues es una actitud deseable en todos, pues todos queremos y lo "exigimos", para tratar, aunque sea mínimamente, con los demás; y entendiendo por tal, entre otras acepciones del diccionario de la RAE "2. m. Miramiento, consideración, deferencia", pues cuando se entabla una conversación, se escribe, se comunica, etc., las dos partes que las entablan deben de tener un mismo significado del vocabulario que se emplea para que el entendimiento sea recíproco.

La valoración justa y equitativa de la conducta humana, en cualesquiera de sus manifestaciones, como son, entre otras las del trabajo, de la supuesta amistad, u otro tipo de relaciones, también es requisito imprescindible para que todos nos sintamos adecuadamente examinados y ponderados; lo que redundará en la motivación subsiguiente, imprescindible para superarse en el ejercicio profesional, en la recíproca estimación de los demás, por haber demostrado sentido de la humanidad, del agradecimiento, de la entrega, etc. Como contempla el precitado diccionario, al que siempre hay que recurrir, para conocer con precisión el contenido del concepto del que tratamos, entendemos por "valorar" "Reconocer, estimar o apreciar el valor o mérito de alguien o algo"; lo que también pretendemos todos de todos.

La ayuda de otros es siempre necesaria, pues nadie es perfecto, nadie se lo sabe todo, nadie puede hacerlo todo por sí mismo, etc., precisamos, antes o después, en mayor o menos grado, que nos presten la " cooperación, el auxilio, el socorro, el esfuerzo" y demás tareas precisas para resolver un "asuntillo" que nos pueda surgir en cualquier momento, y que precisemos la colaboración de otros. Aquí habría que recordar aquello que nuestro sabio refranero manifiesta cuando dice aquello de que "arrieros somos, y en el camino nos encontraremos", "hoy por ti, mañana por mí", etc.

El respetar, valorar y ayudar son tareas que la educación debiera inculcar en los más jóvenes, especialmente en la infancia, para que, desde que tengan uso de razón las practiquen, lo que coadyuvará a lograr una sociedad más civilizada, más grata, más humana, más "digerible", lo que padres y docentes del magisterio deben procurar inculcar en sus hijos y alumnos, es su obligación paternal y profesional.

Habrá pues que procurar que ".Crianza, enseñanza y doctrina que se da a los niños y a los jóvenes; la instrucción por medio de la acción docente; y la cortesía, urbanidad", sean una realidad plena para bien de todos.