Como siempre, porque es un hombre sabio y cargado de experiencia, Luis González, alma de la librería Semuret, está cargado de razón. Comparto la práctica totalidad de sus declaraciones de ayer en LA OPINIÓN. Luis ha visto, tras los escaparates de la librería más señera de Zamora, pasar el tiempo, pasar la vida y las modas que llegan arrasando y llevándose lo que en verdad tiene sustancia. Medio siglo trabajando el libro por dentro y por fuera, conociendo gente, haciendo del libro su sustento y su pasión confesada, apostando por los escritores de Zamora, le permiten hablar con conocimiento de causa y argumentar con una contundencia irrebatible.

Incide Luis en algo que vengo defendiendo casi con la misma pasión que él pone en los libros: la necesidad de que el pequeño comercio no desaparezca, la necesidad de fomentar la importancia del pequeño comercio, la necesidad de mantenerlos a flote, si es preciso con ayuda institucional, para que Zamora no pierda su personalidad, para que Zamora no se desdibuje, para que Zamora no sea una más entre tantas y conserve su idiosincrasia. Sentencia el decano de los libreros: "El cierre de los comercios pequeños convertirá Zamora en una ciudad incómoda para vivir". Empieza a serlo ya.

Paseaba Zamora la pasada semana junto a Antonio Blanco, director general de la Fundación Alimerka, amante de Zamora, de sus tradiciones y costumbres mejores y apasionado de su comercio. La calle de San Torcuato, que se apaga lentamente, le causó una fuerte impresión. Un comercio sí y otro también, cerrado, apagado, a oscuras. Donde antes hubo vida ahora hay un silencio que no presagia nada bueno. ¡Lo que fue y lo que es en la actualidad esa emblemática calle! Echo tantas cosas de menos. Como las echa Luis, como las echan miles de zamoranos a los que algunos tildarán de nostálgicos.

Llegadas estas fechas, los escaparte de nuestro comercio aportaban arte: La Rosa de Oro, García Casado, Rogelio Lorenzo, Riespri, Fincias, Calzados Casino, La Perla, El Redondel, almacenes Victoria, Sevillano, El Heraldo de Zamora, Calzados García, Carmina Laguna, almacenes Roncero, Calzados Seisdedos, Almacenes Emilio Prieto, Almacenes Olmedo, Perfumería Anta, Las Tres Tiendas, tantos... Unos pocos permanecen, pero otros muchos han desaparecido. Que si la jubilación, que si la crisis, que si el cambio en los gustos del cliente. Demasiados 'que sí'. El comercio tradicional es el que ha pagado el pato. La gente venía a comprarse sombreros y gorras a un establecimiento señero, Astudillo. Una de esas personas, Antonio Blanco se desplazaba desde su Asturias natal para comprar en Astudillo. De algunos solo nos quedan los lienzos de José María Mezquita.

No son lo mismo, las franquicias, tan despersonalizadas, salvo alguna de esas excepciones que confirman la regla. Pídale usted a una franquicia que transforme su escaparate, con motivos alegóricos a las fiestas de San Pedro. Ni puñetero caso. La Rosa de Oro lo hacía un San Pedro sí y otro también, Pablo Pélez nos sorprende todos los años y como está firmas, todas las demás. Cuánta razón tiene Luis. Sólo nos faltaba su jubilación, para ver como Semuret pasa a la historia, aunque su librería es historia, está en la historia de Zamora.

Para más regodeo, la venta on line se está encargando de finiquitar el poco comercio que nos queda. Con lo bonito y edificante que resulta que alguien te atienda, te llame por tu nombre e incluso sepa tus gustos, lo que te encaja y lo que no. En fin. Una pena que, no obstante, creo que puede tener solución.