Un reciente informe titulado Propaganda y Mujer en el Estado Islámico, realizado por el Centro Europeo contra el Terrorismo, nos recuerda no solo que el ISIS está muy vivo, sino que todavía persiste en buscar nuevos adeptos. La perspectiva de que el Estado Islámico (EI, ISIS o Daesh) encarna una ideología radical y ultraconservadora es acertada, y el papel que debe jugar la mujer en este universo es la de estar subordinada al hombre, convertirse en una abnegada madre y esposa; adalid de una nueva generación que propague la semilla de nuevos sujetos yihadistas por el ancho mundo. Ahora bien, esta discriminación negativa no debemos tan solo observarla desde el punto de vista occidental, oscurantista y fanático. Pues una mujer educada en una sociedad en donde puede forjar su destino, independiente, valiéndose de su inteligencia y sin trabas, no parece ser la persona más adecuada donde podría filtrarse tal perversa ideología, pero lo ha hecho en jóvenes influenciables. Si eso ha sido posible, aunque sea tan solo en unos cientos de mujeres, pensemos en las infinitas posibilidades que pueden darse entre las féminas de otros lares donde su situación es mala, o el contexto donde han crecido de subordinación a la figura masculina es tan tradicional como arraigado.

Aunque la visión del ISIS sea patriarcal, su propaganda no es ajena a ellas, incluso, ha asumido la necesidad que tiene de integrarlas en su proyecto. Les ofrece ciertas licencias, como poder viajar solas sin un guardián, incidiendo en que el Islam no prohíbe su educación y otorgándoles un valor activo en la lucha. De hecho, se ha detectado que una mayor presencia femenina en el ISIS trae consigo su crecimiento en la región. Del mismo modo, las redes sociales, cuyo peligro es bien manifiesto como sabemos, se han convertido en un territorio muy importante para seducirlas y atraerlas al lado oscuro. Aunque el ISIS sea una realidad machista y el auténtico muyahidín o combatiente es un varón, los yihadistas son muy conscientes de que, a pesar de la elocuente contradicción, sin las mujeres poco harían para construir su teocracia.

Su discurso se enfrenta frontalmente a la visión feminista del empoderamiento de la mujer. Y aún, en su visión retrógrada, muchas se sienten más cómodas imbuidas en los viejos roles como guardianas del hogar islámicos que en los inquietantes y extraños actuales. No solo eso, consideran que el Islam les "concede un status superior" frente a sus homólogas occidentales, y reaccionan dispuestas a defender su identidad religiosa frente a quienes quieren, desde su visión, borrársela por completo (y ahí, las leyes laicas, la prohibición de llevar velo o hiyab, solo refuerza ese convencimiento de humillación). Si bien en algunos países se ha desarrollado el denominado feminismo islámico, se han reinterpretado algunas máximas musulmanas para dotarlas de mayores derechos, para los yihadistas esto es todo un sacrilegio. No solo porque todo esto apesta a Occidente y a su despreciable inmoralidad, sino porque es una revisión de las leyes coránicas, que jamás estarán dispuestos a tolerar, en una rigidez intelectual que les induce a una lectura totalmente inhumana de la religión. Su dogmatismo se apoya en el desprecio que les causan los infieles y las mujeres occidentales, señalando incluso que la tradición profética permite su esclavitud y la poligamia. Del mismo modo, exhorta a las mujeres del ISIS, cuando se queden viudas o sus maridos hayan sido hechos prisioneros, dejándolas, por lo tanto, solas y desasistidas, a que sean fuertes. Incluso, aunque el rol que se les asigna es pasivo, no se descarta que actúen, como aquellas míticas viudas negras chechenas. Y aunque no entran en la categoría del muyahidín, sí se las considera heroínas.

No hay duda de que la estrategia de los yihadistas, por tradicional, fría o cruel que pueda resultarnos es eficaz y es capaz de atraer y atrapar a ciertas mujeres. Porque el ISIS afina sus virtudes en la retórica de su propaganda, aunque la realidad sea otra cosa diferente. Enmascara esta ofreciendo un falso reconocimiento femenino dentro de sus filas y otorgándole un ilusorio protagonismo en esta sociedad que pretende constituir. Desde fuera sabemos que la verdad desnuda es escalofriante y atroz, pero ello no invalida cierta eficacia discursiva que no duda en realzar y capitalizar la importancia que cobra la identidad islámica en los hombres y mujeres a los que está dirigido su llamamiento. A pesar de los relatos terribles que conocemos de lo que es la condición y situación de la mujer (el sadismo y la crudeza con los que son maltratadas), y de que muchas acaban convirtiéndose en concubinas o meras esclavas sexuales, que viven un maltrato y humillación permanente, y no tienen a quien recurrir para garantizar su dignidad, no todas son capaces de verlo hasta que lo sufren. Y acaban cayendo en la tentación.

Muchas mujeres, como los hombres, son muy sugestionables y una vez se ven atrapadas les es muy difícil salir. Es, por todo ello, que no podemos perder de vista ni minusvalorar la capacidad que tiene el ISIS de reproducirse, actuar y aprovechar las debilidades de la sociedad civil (tan frágil en muchos de estos países donde se han enraizado y afianzado) para captar ciertos individuos, de ambos sexos, con un proselitismo equívoco. Aunque el territorio sobre el que se asentaba el Estado Islámico ha sido recuperado en su mayor parte (salvo algunos focos aislados), en Siria y Irak, esto no evita considerar que todavía cuenta con un puñado de organizaciones afines que, al hilo de sus efímeras glorias pasadas, le juraron lealtad y prosiguen en la lucha activa por constituir un nuevo califato en África y Asia. No podemos hace sino estar alerta porque hay demasiados estados cuya fragilidad interna es manifiesta. Allí donde el yihadismo prospera también hay mujeres dispuestas a ser fieles seguidoras, a educar a sus hijos en el radicalismo y en proseguir en una liza que ni mucho menos podemos dar por ganada. La batalla de nuestro tiempo contra el fanatismo prosigue y solo podremos ganarla imponiendo la tolerancia y la libertad.

(*) Doctor en Historia

Contemporánea