Quizá sea mucho pedir con un pueblo que recibió al grito de "vivan las caenas" a Fernando VII, rey felón que después de su servilismo ante el napoleónida no encontró mejor divertimento que masacrar a patriotas y liberales doceañistas, igual que a militares y guerrilleros capaces de parar los pies al primer gran genocida y sátrapa contemporáneo. Aunque ahora por fortuna pacíficos, en el fondo ahí siguen, con un Macron impartiendo lecciones de grandeur y supremacismo rancio, naturalmente allí donde puede y le dejan. Lamentable, sans phrase.

Sea como fuere, la ciudadanía no se merece el reciente espectáculo de nuestros profesionales de la política, a la hora de repartirse cargos y sillones en ayuntamientos y autonomías. Porque, según parece, de eso y de nada distinto se trata al margen de ideas, programas y valores, así como del respeto a la decisión de urnas y votantes. Que si pacto por aquí, que si al peso por allá, que esto para mí y aquello para ti. ¡Vamos!, algo parecido a lo de los mercaderes y el templo, aunque al presente sin voluntad de echar abajo feria y tenderetes.

Por si alguien no se había enterado, nuestra partitocracia nuevamente ha venido a dar cuenta y fe de lo que en realidad es. Una casta, una élite atenta a lo suyo, al modo de vida en que, desde la alianza con una socialburocracia omnímoda, ha convertido la política a expensas de los ciudadanos. A partir de ahí todo cabe y todo vale, por encima de lo que debería ser auténtica representación y servicio público.

Desde actuaciones como la de estos días, la clase política deslegitima el sistema democrático, con sus cálculos, sus maniobras de espaldas a urnas y electores. Desgraciadamente, nuestra democracia ha llegado a un punto de no retorno, incapaz de garantizar la estabilidad y el normal funcionamiento de las instituciones representativas. O es que puede considerarse estabilidad y normalidad el esperpento de algunas propuestas que, a lo que se ve, en alguna plaza han salido adelante, como la de repartirse incluso antes de empezar cargos y mandatos, a modo y manera de cualquier regateo de feria. Que sí, que vamos allá, un añito o dos para mí, otros tantos para ti. O sea, que, mal que bien, a todos sin excepción nos da para ir tirando.

Por cierto, ¿quién coge mando y bastón primero?, pues con esto de la moción de censura antes de que haya nada que censurar, además del decir digo donde ayer dije diego y mañana Dios dirá, vaya usted a saber tal como anda la cosa.