Sucedió en el mes de mayo del año 2015.

Era día de elecciones y desde primeras horas de la mañana los ciudadanos comenzaron a acercarse a los colegios electorales. Empresarios, obreros, autónomos, funcionarios, pensionistas, amas de casa, estudiantes. Millones de españoles. En masa. Sin distinción de sexo o condición alguna. Ilusionados unos. Desencantados otros, que de todo habría. Así transcurrió el día. Entre expectante y vulgar, pero al acabar la jornada el mapa político del país había quedado patas arriba. También el de la ciudad de Zamora. Sí, porque finalizado el escrutinio se abría la posibilidad de que un comunista ocupase la Casa de las Panaderas. Algo inaudito, sin duda, en una sociedad como la nuestra, mojigata en su mayoría, timorata, ensimismada en su ombligo y excesivamente amurallada.

Unas semanas después se confirmó lo que tan sólo meses atrás hubiese sido impensable. Francisco Guarido era nombrado alcalde y desde ese momento la ciudad se convertía en la única capital de provincia con el Ayuntamiento en manos de Izquierda Unida.

El hecho tuvo amplia cobertura informativa por cuanto tenía de excepcional y, de inmediato, comenzaron a analizarse los factores que lo habían posibilitado. Columnistas, locutores de radio, analistas, tertulianos. Todos opinaban aunque realmente nadie sabía muy bien qué había pasado y es entonces cuando algunos le ponen nombre al prodigio. "Efecto Guarido ", dieron en llamarlo. Así, como si de un fenómeno telúrico se tratara. Sin embargo, aquella noche no hubo fuerzas insondables que dirigiesen a su antojo el voto. Cualquier zamorano sabe que tan sorprendente resultado fue consecuencia de gestiones anteriores. Y es que, la política la hacen personas como usted y como yo. Gentes que van y vienen de acá para allá, que hacen la compra, que tienen familia, que ven la tele, que tosen, que bostezan. Iguales que nosotros, ya digo, con las mismas valías y flaquezas. Nos diferencia que ellos ejercen la función pública y es, precisamente, a partir de esta singularidad desde donde se puede explicar el vuelco electoral de aquella noche. Aquel día no hubo "efectos" ni mandangas. Es todo mucho más simple. Sucede que en mayo del 2015 los zamoranos castigaron la desidia y la arrogancia.

El 26 del pasado mes hubo nuevas elecciones. Izquierda Unida volvió a ganar y algunos siguen apelando al "efecto Guarido". Como entonces, sufren incapacidad severa. No alcanzan a ver que la abrumadora mayoría de votos a favor de su candidatura no es otra cosa, esta vez, que el reconocimiento de los electores a la política municipal de los últimos cuatro años. O lo que es lo mismo, la apuesta de los zamoranos por la Corporación actual.

No conozco a Francisco Guarido. Apenas he cruzado un par de palabras con él pero de su trayectoria política se deduce que es honesto y consecuente. Un tipo de fiar, que se dice. Ojalá su mandato responda a las expectativas de cuantos le han votado. No necesita nada especial. Bastaría que siguiera trabajando con igual seriedad y la misma transparencia.