El tipo en cuestión no tiene una buena tarde. El trabajo arrecia cuando el verano apunta ya por el horizonte, todo el mundo mete prisa, se convocan en junio tantas cosas inútiles como útiles, los fabricantes de obstáculos no cejan, le llaman para ofrecer toda clase de cosas y encima, al verle bajo de defensas, el entorno del tipo en cuestión se crece y lo acosa. Entonces, al llamarle una persona amiga, el tipo estalla, no contra ella sino contra el universo, empieza a dar voces, impreca, jura, blasfema casi, mientras la persona intenta calmarlo con el argumento de que cabrearse no sirve de nada. Nuevo estallido: ¡cómo que no sirve...! Para qué sirve, pregunta su interlocutor sin perder la calma. ¡Sirve para cabrearse!, ¿te parece poco? Un silencio al otro lado. ¡Para quemar gases!, remata el tipo; y luego añade, con voz ahora de terciopelo: me encanta escucharte, ¿qué querías?