Nos decía los últimos días que estuvimos juntos, que la llamaban así; pues claro, le contestábamos, siempre con la sonrisa en los labios.

Fue una mujer y una madre con grandes valores: siempre sonriente, simpática, amable, humilde, sincera, bondadosa, paciente, con talante y sabiduría, gustosa y ávida de aprender de la cultura, del arte y de la música. Ofrecía palabras de ánimo a quienes tenía al lado con pensamientos negativos o pesimistas, -buscaba siempre el lado positivo de las situaciones-: "Ante el esfuerzo del estudio en un examen a pesar de ser suspenso": la recompensa era una sonrisa y un premio, no por la nota, sino por el Esfuerzo realizado.

"Ante una fractura de cadera y la negatividad del momento": una mirada hacia adelante y la lucha por la superación".

"Ante una pérdida": una palabra de apoyo y de empatía.

Algunas de sus amigas la recuerdan como una persona cariñosa, con temperamento, comprensiva, buena amiga, no defraudaba, con mirada sencilla y escucha activa.

Daba todo, por y para los demás: enviudó joven y sacrificó su vida por sus hijos, logrando que tuviesen una carrera y procurando que no quedase en el olvido la figura de nuestro padre.

Un persona que disfrazada de discreta era una persona culta y muy enamorada de su marido, Ignacio. "Lo que pelearía entre bastidores porque se hiciera justicia", nos narraba su amigo Martín un día: "Debéis estar agradecidos a Dios de lo que os ha dado de Amparito y de Ignacio".

Contaba alguien que detrás de un gran hombre, siempre hay una gran mujer, pero en este caso, no estuvo detrás, sino junto a él.

Tú nos transmitiste paz, serenidad, sosiego, fuerza, ímpetu, orgullo, amor, perdón, alegría, felicidad y,... sonrisa,... y lucha por la justicia, por dar a conocer la vida de tu marido y la tuya: luchadora, con optimismo en la palabra y con espíritu de esperanza.

Cuando se acaba de cumplir el primer aniversario de su muerte.