Parecía que nada iba a poder con él. Nació con la carga genética del mozo montañés que se atreve con todo y lo demostró manejando la guadaña en los prados de Teverga, bien cumplidos los ochenta años. Pero su destino no era el campo que le servía de entretenimiento en vacaciones. De las montañas de Asturias bajó a la planicie leonesa con aquella bravura de sus ancestros que empezaron la Reconquista. Se hizo Hermano Marista y en León asentó su reino deportivo con la fundación del Ademar. No hace falta recordar lo que este equipo de la Asobal, nacido de la cantera escolar de los Maristas de León, significa en el deporte nacional y europeo. Nobleza obliga: he de constatar aquí el reconocimiento personal de jugadores e instituciones deportivas de ámbito nacional y provincial a la contribución impagable del Hermano fallecido que, como se suele decir, casi muere con las botas puestas entrenando a equipos infantiles cuando casi era nonagenario.

Una leyenda del deporte sí, que ya empezó a ser escrita con su modestia y los éxitos del club de sus anhelos.

Siempre fue un abanderado del deporte escolar, con aquel lema en los labios que se estilaba entonces: "Mens sana in corpore sano". Puedo decir y lo digo. Fue mi profesor en el internado. De modo que me honro no sólo por haber disfrutado de su bonhomía sino porque ese mago del balonmano me puso de titular en el equipo del colegio, que es para mí tanto como decir lo que se relata en los programas de concierto musicales al destacar los directores de renombre y profesores del concertista. Eso es un buen entrenador: un director de orquesta deportiva. Y perdonen mi poca modestia, yo toqué de niño con él.

La energía de Tomás junto con su preparación técnica, tan avanzada para la época, le hicieron un adelantado de lo que significa el deporte y la educación física en la formación integral de la persona y en lo que el esfuerzo y el trabajo en equipo conlleva de enriquecimiento individual y social.

Su método educativo tenía los moldes del deporte en cuanto supone de sacrificio, buenos hábitos, vida ordenada y sin excesos, control personal y huyendo siempre de presumir. "Mente sana en cuerpo sano". No haría falta traducir pero no sobra recordar la frase porque a veces la echamos de menos en grandes estrellas del deporte o en gente ligada al mismo que de todo sabe menos latín.

Cuando a punto estaban de colocar un busto suyo en la ciudad de León, el Hermano Tomás se fue como haciendo un guiño a todos para recordarnos la frase evangélica: "Por sus obras le conoceréis". El ya cruzó el área y está en otra liga, la de las estrellas, donde seguirá entrenando desde la bancada del cielo.

Gracias, Hermano.