La fiesta de la Trinidad nos ayuda a contemplar el misterio pascual en la totalidad de Dios único o en la acción del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. También nos revela el ser del cristiano, imagen y semejanza de un Dios que es comunidad de vida, comunión de personas. Recordemos que la persona se define por una relación de amor. Aunque el término «Trinidad» no se encuentra en el Nuevo Testamento se pueden observar pasajes en los que se describe la acción amorosa y creadora del Padre, la acción liberadora y salvadora del Hijo y la acción santificadora y de plenitud del Espíritu.

De Dios solemos decir que es "Amor", y proclamar esto es denunciar la soledad. Porque el amor necesita expresarse en relación amorosa. Dios es Uno, pero no es soledad. Dios es Padre, Hijo y Espíritu. "Tres personas distintas y un solo Dios verdadero", aprendimos en el Catecismo. El Misterio trinitario es un Misterio de relación. La Unidad de Dios se desborda en acciones amorosas que nos revelan a Dios como Padre, como Hijo y como Espíritu. Este es el misterio de la Santísima Trinidad.

El hombre si es imagen de Dios, y así lo creemos los cristianos. Esta imagen de Dios en nosotros, nos empuja a crear un mundo nuevo: un mundo de amor, un entramado de relaciones que conviertan todas las soledades en una comunidad de hermanos. Comunidad que acoge, perdona y, sobretodo, ama sin exclusiones.

La vida entera de Jesús, el Hijo de Dios, consiste en curar y aliviar el sufrimiento, acoger a los pobres y pecadores, mostrándoles su amor, el amor del Padre. Sembrando gestos de bondad, y ofreciendo a todos la misericordia y el perdón gratuito de Dios.

Jesús actúa siempre impulsado por el "Espíritu" de Dios. Este Espíritu no se apagará en el mundo cuando Jesús se ausente. La fuerza del Espíritu nos hará testigos de Jesús, Hijo de Dios, y colaboradores del proyecto salvador del Padre.

Si aceptamos la invitación a dejarnos guiar por la Trinidad, encontraremos que el amor que difumina "lo tuyo" y "lo mío", crea comunión entre nosotros y con nuestro Dios, nos define y plenifica, da sentido y solidez a nuestra vida, nos hace felices. Nos acercaremos a la verdad de Dios y a nuestra propia verdad.