No faltan aún quienes piensan que la exposición y adoración del Santísimo en la Eucaristía es una forma de devoción del siglo pasado. También otros, en su fuero interno, creen que le hacen un favor a Dios con dedicarle una parte de su tiempo. Si aún hay creyentes que así lo consideran, tanto unos como otros, es porque quizá todavía no han descubierto en su experiencia personal que se trata, precisamente, de todo lo contrario. Por algo será que cada vez son más las parroquias que recuperan e impulsan la adoración de la eucaristía; y por algo también se van multiplicando cada vez más las capillas de adoración perpetua. Como dice un buen amigo sacerdote: la eucaristía no está solo para ser "devorada" sino también "adorada".

El asunto no está en la cantidad de misas, como si se tratara de una pastilla de toma obligada cada 24 horas. Tampoco se trata de acumular incontables rosarios, triduos y novenas como si el número fuera determinante. Más bien lo que nos "salva" es el cuidado y la calidad de ese trato de amistad con Aquel que, estando en la Gloria del Padre, y próximo a todo el que sufre, está admirablemente, oculto y silencioso, siempre sediento de nosotros. Nos espera bajo apariencia de pan en un callado sagrario o en el pequeño y humilde trono de una custodia. Cada vez son más los testimonios de personas cuyas vidas se van transformando por el poder que en nosotros ejerce una sincera y constante adoración eucarística. Estas personas contagian ese bien misterioso a parroquias, barrios e incluso ciudades.

Un ejemplo significativo está siendo la ciudad mexicana de Juárez, famosa por ser considerada la más peligrosa del mundo por la terrible violencia del narcotráfico. El caso es que en los últimos tres años allí se han abierto diez capillas de adoración perpetua y, durante ese periodo, los asesinatos cayeron vertiginosamente: de 3766 a 256. No digo que no hayan tenido también algo que ver las mejoras laborales de la policía. Pero, a juicio de la mayoría de sus habitantes, la razón profunda ha sido la gran labor de los misioneros abriendo todas estas capillas a las que, diariamente, asisten cientos de personas para adorar el Santísimo. Otro milagro patente se viene viviendo, desde hace muchísimos más años, en Medjugorje, esa pequeña localidad bosnia a la que anualmente peregrinan millones de personas. Este "oasis de paz" lo es por el papel central de la adoración eucarística que semanalmente viven más de 8000 peregrinos. Desde esa espiritualidad cristocéntrica y eucarística se producen numerosos milagros, tan palpables y documentados como los acontecidos en Lourdes o Fátima.