Otra vez el maldito semáforo, justo a la entrada al centro, a las 8.00, esta vez con "Radiohead" sonando dentro del coche a bastante volumen. Maldito, aclaro, no porque esté ahí, haciendo su trabajo de pararte en seco, sino por las sincronicidades que convoca, y no dejan a uno meterse en el tedio laboral. Dos jardineros, vestidos de verde y agachados en los parterres, eliminan malas (¿) yerbas, y uno de ellos a cada tanto se alza y gesticula con cierta violencia, moviendo mucho los brazos. ¿El último fracaso del equipo?, ¿la política?, ¿una multa de tráfico?, ¿un problema en casa? El otro sigue a lo suyo, aunque no se desentiende, y comenta algo. Chocante que, de nuevo, los movimientos de los cuerpos engarcen con la música (ahora los tambores metálicos de "There There"), y más aún, que la letra pregunte "por qué tan verde y solitario". Con tanta magia no hay modo de entrar en la jornada.