Cuánto lamento la trágica desaparición del futbolista José Antonio Reyes. Un hombre joven, un gran deportista. Una persona querida en el ámbito del deporte rey. Que muerte más absurda, como todas las muertes, y que forma más tonta de salir a su encuentro. La velocidad a la que iba este deportista no auguraba nada bueno. Parece ser que le gustaba pisar el acelerador más de la cuenta y que ya había tenido algún que otro aviso. Algún día la velocidad excesiva tenía que pasarle factura y ha sido ahora, en el brutal accidente de tráfico en el que ha perdido la vida.

Este futbolista español de origen gitano, fue el jugador más joven en debutar en Primera División con el Sevilla, contaba con tan sólo 16 años y fue un auténtico crack que se codeo con los mejores, que jugó en los mejores equipos y que a diferencia de otros, supo invertir bien su dinero dejando un importante patrimonio a su familias. Pero es lo de menos frente a lo demás. Y lo demás ha sido como una especie de suicidio. Se han sucedido los homenajes aunque tengo para mí que su fallecimiento no hará desistir a los que gustan ir a todo trapo de ese amor por la velocidad. Es un amor suicida. Y ese suicidio llega algún día incluso para el que piensa que al volante lo tiene todo controlado.

No es el caso de Reyes, pero entre la droga, el alcohol y, por supuesto, la velocidad, están perdiendo la vida infinidad de jóvenes de menor edad incluso que el futbolista. Como futbolista, Reyes habrá sido un héroe, no diré que no, en los equipos en los que militó, sobre todo cuando metía goles. En el instante de su muerte perdió la pátina de héroe en favor de la de suicida. Lo ha dicho Santiago Cañizares y casi se lo comen vivo. Pero si reflexionamos, el portero tiene razón, tiene toda la razón, se está homenajeando a un gran futbolista, sí, pero con un comportamiento indebido al volante, no hay que olvidar que se llevó por delante su vida y la de su primo Jonathan.

Hace pocas fechas, un agente de la Benemérita, fallecía durante la persecución frenética al coche cargado de droga de unos narcos. Persecución que duró varios kilómetros hasta que el agente de la Guardia Civil chocó contra un camión, choque al que le abocaron directamente los narcos perseguidos. Fermín Cabezas, que así se llamaba el agente, también dejó viuda y un hijo. Fermín Cabezas si es un héroe. Fermín Cabezas aceleró, quizá más de la cuenta su moto, con el único afán no de darle gusto a su adrenalina, sino dar caza a quienes comercian con la salud y la vida de tantos jóvenes y no tan jóvenes, a través de la droga.

¿Alguien recuerda el nombre de Fermín Cabezas? ¿Alguien prestó atención a la noticia? ¿Alguien se ha preocupado por la situación en la que queda su familia? Fermín falleció en acto de servicio. Y gracias a Fermín, los narcos acabaron siendo interceptados y detenidos. Este héroe de la Guardia Civil, ha impedido con su acción que le ha costado la vida, males mayores producto de la venta de la droga. A Fermín no se le han dado ni las gracias. Sólo sus compañeros. Sólo los vecinos de Algeciras celebraron una concentración en apoyo de su familia. No hubo un obituario, por pequeño que fuera, en periódico alguno, de esos que tanto bombo le han dado a la muerte de Reyes. Que me parece muy bien que recuerden al futbolista con admiración. Mi admiración está con el agente de la Guardia Civil, Fermín Cabezas. Con su heroicidad que, una vez más, puso de manifiesto la verdad de aquella frase pronunciada por el capitán Santiago Cortés González en el sitio del Santuario de Santa María de la Cabeza: "La Guardia Civil muere, pero no se rinde".