No caben las medias tintas a la hora de hacer balance del resultado electoral del PP, como partido que aspira al liderazgo de la derecha conservadora. Difícil lo tiene a partir de ahora, con una escuálida minoría parlamentaria unida al retroceso en el ámbito local y territorial.

Quizás el fracaso se deba a que, con independencia de la calidad profesional y técnica de sus cuadros, en el fondo meritocracia heredera por formación de una Administración pública neutral y eficiente, venida se quiera o no del franquismo, el PP nunca pasó de ahí. Desde Aznar a Rajoy, para llegar a la situación actual. O sea, no ha ido más allá de una fuerza en esencia partitocrática, que, a lo que parece, ni fue ni es capaz de canalizar las aspiraciones de una mayoría sociopolítica identificada con las clases medias. Entre otras cosas, porque la movilización y la calle, engorro mayor para tecnócratas de cargo y prestigio, se dejó siempre para la izquierda sin mover un solo dedo.

Visto lo visto, el liderazgo de Casado se halla en el aire. A medio plazo, la tentación de un ajuste de cuentas interno seguirá siendo demasiado fuerte. ¿Pero qué se ofrece como alternativa? ¿La vieja receta centrista de sempiternos instalados, desde escaños y baronías autonómicas hasta alcaldías bien remuneradas? ¿Programa e ideario, o más bien indefinición calculada para situarse a conveniencia en la equidistancia de la nada? Mientras tanto, calle y propaganda para la izquierda, porque tales excesos repugnan a un centrismo correcto y amigo de templar gaitas.

Aunque lo decisivo es el futuro de la derecha conservadora. Bajo esa óptica, la cuestión es: si los populares siguen rodando por la pendiente, incapaces de un liderazgo claro, ¿qué fuerza está en condiciones de ponerse al frente del conservadurismo, con miras a hacer viable un proyecto político realista y atractivo para el electorado?

Resolver el dilema llevará tiempo. La mala noticia es que, entretanto y desde la división, probablemente asistiremos a una agudización de la crisis separatista y a la bancarrota del orden constitucional.