Sobre un mismo hecho: la Ascensión del Señor, Lucas nos presenta hoy dos relatos muy distintos. Veamos:(cfr Hch 1,1-11 y Lc 24,46-53): En el Evangelio, Jesús bendice antes de subir al cielo (en Hch, no). En Hechos una nube oculta a Jesús (en el evangelio no se menciona la nube). En el evangelio, los discípulos se postran (en Hch se quedan mirando al cielo). En el evangelio vuelven a Jerusalén; en Hch se les aparecen dos personajes vestidos de blanco. ¿Se contradicen? En absoluto.

No se trata de ser expertos, pero tener una mínima cultura bíblica es necesario. En primer lugar porque Lucas conoce bien los relatos de la cultura clásica greco-romana, en la que se mueve y la comunidad para la que él escribe. También en ella hay casos de personajes que, después de su muerte, son glorificados de forma parecida a la de Jesús. Los ejemplos que suelen citarse son los de Hércules, Augusto, Drusila, Claudio, Alejandro Magno y Apolonio de Tiana. Estos ejemplos confirman que los relatos tan escuetos de Lucas no debemos interpretarlos al pie de la letra, como han hecho tantos pintores, sino como una forma de expresar la glorificación de Jesús.

La lectura de Efesios nos ayudará a entender el mensaje de fondo de este galimatías de la Ascensión invitando al creyente a pedir un "espíritu de sabiduría", "conocimiento profundo", que Dios "ilumine los ojos de vuestro corazón". Y para aclarar la grandeza del poder que actúa en nosotros, habla del poder con que resucitó a Cristo y lo sentó a su derecha, sometiendo todo bajo sus pies.

Es decir, es una invitación a entrar en el misterio de Dios, porque de la misma manera que Jesus conoce a sus discípulos cobardes y débiles, nos conoce a nosotros. ¿Dónde encontrarán/encontraremos la audacia para ser testigos de alguien que ha sido crucificado por el representante del Imperio y los dirigentes del Templo? Jesús los tranquiliza: «Yo os enviaré el don prometido por mi Padre». No les va a faltar la «fuerza de lo alto». El Espíritu de Dios los defenderá.

El entender la subida como física es una trampa muy atrayente. Los dirigentes judíos prefirieron un Jesús muerto. Nosotros preferimos un Jesús en el cielo. En ambos casos sería una estratagema para quitarlo del medio. Descubrirlo dentro de mí y en los demás, como nos decía el domingo pasado, sería demasiado exigente. Mucho más cómodo es seguir mirando al cielo... y no sentirnos implicados en lo que está pasando a nuestro alrededor