Me parece abrumadora. Eso de que más de tres de cada mil mujeres de 20 a 39 años estén reconocidas como víctimas de violencia machista es una barbaridad, precisamente por la edad. Parece que ciertas situaciones se producen después de un tiempo de relación, pues no. Estas víctimas cuentan, bien con una orden de protección o sus parejas o ex parejas cuentan con medidas cautelares tras haberlas agredido. En la estadística en cuestión y no tardando mucho habrá que empezar a incluir a mujeres cada vez más jóvenes, muy por debajo de los veinte años. Tiempo al tiempo.

La violencia de género es como el rayo que no cesa. Sigue aumentando y la concienciación social no es tan elevada como podamos pensar en un principio. Todavía existen ciertos estereotipos de género tan arraigados en la sociedad y relacionados con cuál es o cuál debería ser el rol de los hombres y de las mujeres, que va a resultar difícil arrumbar. Estereotipos que, por cierto, no tienen ninguna justificación científica o demográfica ya que se dictan de forma inconsciente. A día de hoy, y a pesar de la lucha constante a favor de la igual dad de género, un sector elevado de la sociedad española atribuye rasgos, comportamientos, actitudes y patrones a cada uno de los géneros. Actitudes, comportamientos y patrones que son compartidos por mucha gente formando así parte del imaginario de una determinada comunidad.

La Estadística de Violencia Doméstica y Violencia de Género que elabora el INE, pone de manifiesto que en 2018, el número de mujeres víctimas de violencia de género aumentó un 7,9% hasta las 31.286, cifra que refleja que 1,5 de cada mil mujeres de más de catorce años está inscrita en los registros de víctimas de violencia de género. Lo que antes le decía. Baja de los veinte años. Ya el tope se sitúa un poco más allá de los catorce años. Se ve en fiestas juveniles, allá donde haya reuniones de chavalitos y chavalitas, por sus actitudes, por sus comportamientos, que hay niñas sumisas y chicos que van de sobrados. Lo malo es que estos acaban convertidos en macho alfa y los demás les siguen, imitando sus comportamientos.

Las víctimas de violencia doméstica han crecido sensiblemente. Un 6,9% más no es una tontería. Por cierto el número de mujeres se eleva a 4.596 mujeres y 2.792 hombres. O sea que la cosa del golpe se reparte aunque no equitativamente. El dato demuestra que también hay hombres, aunque menos, que sufren este tipo de violencia convertida en una lacra insufrible, insoportable, una lacra con la que hay que acabar, formas y fórmulas debe haber. Sólo hay que encontrarlas. La de la educación en igualdad es primordial, desde luego. Los aspectos educacionales se han abandonado tanto que se recoge lo que se siembra.

Los mayores incrementos del número de víctimas en el pasado año se dieron entre las mujeres de 60 a 64 años y el mayor descenso se dio, afortunadamente, entre las mujeres de 75 y más años. No deja de resultar estremecedor que a edades avanzadas sean tantas las mujeres que sufran este tipo de violencia. No se puede bajar la guardia. Ni se puede arrojar la toalla. La lucha debe continuar, debe ser una prioridad, debe ser una cuestión de Estado. De hecho, dada la sangría esta violencia que no cesa se ha convertido en un problema de Estado. A más igualdad, sin tonterías inclusivas ni absurdeces de tipo alguno, habrá un mayor bienestar, una mayor armonía, una mayor fortuna, una mejor avenencia en una sociedad que no puede seguir cayendo en la violencia doméstica.