Caminando por calles y plazas no podía uno pensar que llegaría a ver en Madrid tan lamentable espectáculo, precisamente en la Comunidad Autónoma más rica, ya que ocupa, junto a Cataluña, el primer lugar en el ranking del PIB con 231.000 millones de euros, lo que supone el 19 % del conjunto de España, y además el primer lugar en el PIB per cápita, con 35.000 euros y un coeficiente del 132 % (Siendo 100 % el del conjunto de la nación) También, la capital de España, tiene la menor tasa de paro registrado, un 9,6%, en contraposición con el 14% del conjunto del país.

Madrid, centro de la cultura estatal, cuenta con 20 museos temáticos, 15 museos de arte y más de 100 galerías que ofrecen la posibilidad de aprender y disfrutar a quienes se sienten atraídos por el arte y otro tipo de conocimientos. Además, dispone de casi 500 salas de cine y 80 salas de teatro que ofrecen 150 obras en cartelera. Seis universidades públicas y ocho privadas, componen una variada oferta de estudios superiores.

Un transporte público, rápido moderno y eficaz, con 300 kilómetros de Metro, 300 estaciones y 2.350 coches de parque conforman sus 13 líneas. Más de 2.000 autobuses recorren la ciudad, de norte a sur, por más de 200 líneas, y un servicio de Cercanías con 90 estaciones, distribuidas a lo largo de 370 kilómetros, hacen posible 1.400 circulaciones diarias. Todo ese sistema de transporte, que no tiene nada que envidiar al de cualquier ciudad europea, facilita que millones de ciudadanos puedan desplazarse cada día por la capital y la provincia.

Son éstos algunos de los datos que ayudan a conocer la potencialidad de Madrid. Pero no es oro todo lo que reluce, porque, como decía al principio de este artículo, uno puede encontrarse con desagradables sorpresas, como la de encontrar en sus calles y plazas un no despreciable número de mendigos. Algunos autóctonos, otros de procedencia extranjera, o al menos así lo parecen, ya que hablan con alteración en el orden de las palabras y un cambio desordenado en los pronombres.

Los unos y los otros, unidos en la desgracia de no disponer de medios para vivir bajo techo, extienden sus colchones y camastros sobre cartones, sobre el firme de la calle, aproximándose lo más posible a zaguanes y portales, para protegerse de las inclemencias del tiempo. En tales circunstancias, y como en un susurro no susurrado, a esas personas no les queda otra que lavar la ropa en fuentes públicas y tenderla en vallas o en postes próximos al lugar en que están ubicados.

Y es que, Madrid, la ciudad que ha venido presumiendo de ser el adalid de las ayudas sociales y de estar pendiente de los más necesitados, tiene estas cosas. Dense ustedes una vuelta por allí y podrán ver en la misma Plaza de la Opera media docena de camastros instalados, a pocos metros del Teatro Real e incluso algún otro en la misma puerta, donde los mendigos pasan allí las veinticuatro horas del día. La Gran Vía y sus calles aledañas no son una excepción a la regla. Uno de los más "afortunados", vive desde hace unos años en una pequeña caseta de apenas 3 o 4 metros cuadrados, situada sobre una acera de la calle Princesa.

Por mucho que se intente no hay manera de entender que puedan pasar estas cosas, y que no se diga nada en los medios de información madrileños. Y es que unas veces se les pone lupa a las cosas y otras se les coloca un filtro para que no lleguen a ser noticia. Pero el caso es que no se puede mirar y apartar la vista a la vez, y lo que debería rechinar en la conciencia de cualquier persona, no puede pasar desapercibido, y menos aún en la comunidad autónoma más rica de España.

Cabe preguntarse dónde se encuentran esos albergues y esos asistentes sociales que tanto pregonan, porque la realidad es muy tozuda y demuestra que Madrid es la comunidad autónoma peor calificada por la "Asociación de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales" en el ranking nacional de ayuda a los necesitados. Según el último estudio realizado, la actuación de Madrid ha sido calificada de "irrelevante" ocupando el último lugar en el conjunto de España, a diferencia de Castilla y León que es la que ha obtenido el primer puesto y la mejor nota, obteniendo la calificación de "excelente".

Aquí, en Zamora, tenemos unas circunstancias sociales y económicas diferentes a las de Madrid, algunas peores que las de la capital de España, como tener el doble de parados (18,25 %), y un PIB per cápita la mitad (19.000 euros). Pero en Zamora la pobreza y las necesidades no llegan a trascender de esa manera en las calles, porque parece que se entiende mejor que a todo el mundo le asiste el derecho a mantener su dignidad. Quizás sea debido al tamaño de la ciudad, o a una diferente distribución de la riqueza. También la ancestral resignación que padecemos puede que haga que sintamos las cosas de diferente manera. Lo cierto es que los datos que ofrecen ambas ciudades apuntan a que el grado de humanización es inversamente proporcional a su tamaño y riqueza. Lo que viene a demostrar que los datos macroeconómicos a veces engañan, porque llegan a ocultar cosas que hielan el corazón. Yes que no es oro todo lo que reluce.