Hace unos días, este diario publicaba un artículo del arquitecto Francisco Javier Rodríguez Méndez que, con el título de "Luis Muñoz Martín: un héroe desconocido" se refería a un compañero nuestro que conocimos ya mayor, cuando vivía en la Residencia de los Tres Árboles y por ello tenía que salir pronto de las asambleas para llegar a comer o a cenar a tiempo, y se disculpaba también porque no podía venir a pegar carteles -siempre los pegábamos por la noche- en las campañas electorales. Esas circunstancias no le impedían hacer campaña por su cuenta, repartiendo nuestros periódicos en la residencia o elaborando a mano pegatinas muy pequeñas con distintos lemas de apoyo a izquierda unida -como el que he elegido para dar nombre y en su nombre a este escrito- que pegaba estratégicamente en sitios en los que era inevitable no verlas. Cuando nos enseñó esta pegatina nos reíamos con él porque parecía que pedíamos una oportunidad para robar como otros; más nos reímos aún cuando alguien fue al servicio donde tuvo que leerla durante todo el tiempo en que estuvo orinando por la situación estratégica en la que la había pegado. Era una buena, barata, efectiva y divertida propaganda.

Lo que no supimos nunca es lo que dice el autor del artículo sobre su actividad en defensa del patrimonio de Zamora por el que le califica, con razón, héroe desconocido. Nos cuenta que se opuso a la demolición del torreón y la Muralla de Zamora en los aledaños de Santa Clara, contra la decisión de todas las fuerzas vivas que no querían declarar el casco antiguo de Zamora Conjunto Histórico-Artístico. Lo hizo mandando un telegrama "desde el alcalde y el gobernador civil hasta los colegios profesionales y la policía municipal, pasando por el obispo de la diócesis, el presidente de la Diputación, así hasta quince autoridades". Era el año 1972, franquismo tardío, y en el telegrama llamaba a los estamentos que tenían el poder "grupos de presión".

Un valiente. Un luchador. Uno de los nuestros. Un héroe anónimo como tantos a los que hemos conocido. Tantos, que si hoy hablo de Luis Muñoz es gracias a que alguien lo ha rescatado del olvido social -gracias por hacerlo al autor del artículo-. Porque si recordara a todos, sólo escribir su nombre llenaría las páginas de este periódico.

Por eso en su nombre quiero recordar a todas las personas que anónimamente han trabajado como héroes para cambiar su pueblo, su ciudad, el mundo. Y que aunque nadie lo diga son el verdadero "efecto Guarido" de la ciudad. Su trabajo y el de los que hoy siguen escribiendo telegramas o cartas o "mailes" o "tuítes"; los que pegan carteles o pegatinas como Luis; los que han llevado pancartas, siempre con la clase obrera; los que maquetan la revista, la redactan y la corrigen; las personas que llenan la nevera y las que hacen la tortilla cada noche electoral...todas son nuestros héroes desconocidos.

Forman parte de esa "aldea gala" que nos llamamos a nosotros mismos en Zamora hace años, cuando decidimos resistir pese a que algunos decían que resistir era perder, y que ahora por la casualidad del trabajo de tanta buena gente nos ha permitido seguir con el sencillo "comunismo de puchero" gobernando cuatro años y empezar ahora el trabajo de "torrijas y hoz y martillo", como dicen algunos humoristas. Nos seguimos riendo como de la pegatina de Luis: "pues nunca robó".

En realidad lo que yo quería escribir era sólo gracias: gracias a las personas que han luchado un día y son buenos y a las que luchan toda la vida y son imprescindibles; gracias a las que nos han dado con su voto toda su confianza.

También quería animar a los compañeros que una vez más han perdido. Aunque no lo necesiten porque bebemos de la marmita de la solidaridad, la igualdad y la libertad que nos hace resistir contra "estos romanos que están locos". Nosotros vamos a resistir como lo hace esta ciudad y esta provincia que no se resigna a desaparecer; como lo han hecho los compañeros como Luis Muñoz del que no sabíamos que había luchado siempre.

A la pregunta del autor, confirmo que Luis sí se presentó por Izquierda Unida en Fermoselle, porque quiso ser concejal de un pueblo que tenía abandonado su patrimonio. No se rindió nunca. Era de los que se caen en la marmita de pequeños como Obélix.

Y para los que confían en que Guarido deje de presentarse, que sepan que también se cayó en la marmita. Y que IU de Zamora tiene puchero para dar y tomar. Para compartirlo con la buena gente.