Como un pincel va a quedar Zamora en cuanto pasen unos meses, ahora que han pasado las elecciones. Entre lo que han prometido en las Generales y en las Municipales y Autonómicas, a Zamora no la va a conocer ni la m. que la parió, que dijo Alfonso Guerra hace muchos años, refiriéndose a España.

Y si no pasen ustedes revista a lo que prometieron los partidos que iban a hacer para "apañarla" un poco:

"Levantar el Museo Baltasar Lobo, dotar de escaleras mecánicas la cuesta del Bolón, crear una brigada de limpieza y reparación de vandalismos, dotar de salas de ensayo de teatro y música en el estadio Ruta de la Plata, celebrar el aniversario del Cerco de Zamora por todo lo alto, volver a poner en órbita el festival de Música Antigua, hacer una piscina fluvial en el Duero, construir un nuevo pabellón de deportes multiuso, poner en marcha la Fragua del Arte para jóvenes, implantar una "tasa cero" para los comercios del casco antiguo, crear la figura de gestor de urbanismo para agilizar las licencias, traer competiciones deportivas internacionales, implantar cámaras de seguridad en la ciudad, expropiar edificaciones para permitir miradores al Duero, levantar un bulevar entre el parque de San Martín y el bosque de Valorio, revitalizar el campamento de Monte la Reina trayendo miles de militares, aportar fondos para EL museo de Semana Santa, recuperar las torres del puente medieval y reconstruir las aceñas, dotar de policía municipal al barrio de Pinilla, suprimir el Consejo Consultivo, construir una nueva piscina en la Ciudad Deportiva, convertir en oficinas municipales la antigua estación de autobuses, estimular la vida del casco histórico modificando la normativa actual".

Tal ristra de proyectos se supone estarán bien meditados, porque nadie habla por hablar, de manera que, siendo necesarios, tendrán que ser realizados, bien sea desde el Ayuntamiento, desde la Diputación, desde el Gobierno Central o desde la Comunidad Autónoma, si es que se desea que la ciudad siga funcionando. Ahora, unos y otros, tienen la oportunidad de demostrar que las promesas sirven para algo, que no se las lleva el viento, que es de malpensados creer que solo se dicen esas cosas cuando suena la campana de las elecciones.

¿Pero si esas actuaciones son viables y necesarias, cómo es que no se ha han hecho hasta ahora? Si estaban ahí latentes, parecería lógico que desde el gobierno y desde la oposición se hubieran sacado a relucir en algún momento, no por nada en especial, sino por ser parte de sus obligaciones. Pero todo apunta a que, cuando no hay elecciones, los regidores caen en la dejadez, en dejar pasar todo lo que suponga compromiso o, lo que sería peor, a reconocer haber estado vendiendo humo, aunque esto último suene mal, pero lo cierto es que el refrán dice "piensa mal y acertarás"

Y es que la cosa ha venido funcionando tradicionalmente así, entre la vaga espera y la comodidad que da el ejercicio del silencio, de ahí que haya pocos que hayan llegado a creerse las cosas que han propuesto. Y así seguirá, mientras los que se encuentran en el machito presuman de hacer muchas cosas, y los que quieren llegar a mandar echen en cara no haberlo hecho, porque no se suele utilizar como carta de presentación el ejemplo.

Aunque solo fuera por pura estrategia, unos y otros deberían atarse los machos, porque en este momento el poder, en lo que se refiere a Zamora, se encuentra dividido: PSOE en el Gobierno Central, IU en el Ayuntamiento de la capital y está por conocerse quien encabezará la presidencia de la Diputación y de la Comunidad Autónoma, aunque todo apunta al PP. Tal división debería establecer una sana competencia para demostrar que ellos son los mejores, aunque solo sea por aquello de mantener y ampliar el número de votos, a lo que se puede llegar fácilmente a través de los hechos.

Aunque algunas veces se ponga lupa a las cosas y otras veces se oculten, el caso es que no se puede mirar y apartar la vista a la vez y lo que está mal termina haciendo rechinar los dientes de cualquier persona a poco observadora que sea, ya que cada vez hay más gente que se rige más por lo que se hace que por lo que se dice.