Al fin llega el día clave de las, por ahora, últimas elecciones convocadas este año en tres urnas distintas: locales, autonómicas y europeas. Los zamoranos que tienen derecho a sufragio en esta ocasión no llegan a los 149.000, mil menos que hace solo un mes, cuando se votaron las elecciones generales. Es curioso que ni durante la intensa precampaña y tampoco en la extenuante campaña electoral se haya mencionado este hecho tan relevante por parte de los principales candidatos. Si ello fuera síntoma de que el declive demográfico ha alcanzado niveles de normalidad hasta asumirlo con naturalidad, resultaría preocupante, porque ese es el mayor reto que al que se enfrentan los más de 1.500 concejales que saldrán elegidos hoy en los 248 municipios zamoranos, más los siete procuradores en las Cortes autonómicas y los representantes en el Parlamento Europeo, instituciones igualmente claves en un problema de mayúsculo calado. De ahí la importancia, no ya los resultados, que expresarán la voluntad soberana de los zamoranos, sino de la participación en las mismas.

Los zamoranos, que tantas veces expresamos en voz alta y doliente, los olvidos seculares por parte de las administraciones, las carencias de la Zamora rural y las necesidades de los núcleos urbanos, tenemos en nuestras manos este domingo el poder absoluto para decidir quienes serán los responsables de las políticas que marcarán nuestras vidas y las de nuestros hijos. Cuando se acude a un colegio electoral con la papeleta para elegir un ayuntamiento, el votante se convierte en la máxima autoridad para determinar qué quiere que ocurra en su ámbito más cercano durante los próximos años: qué pasará con las infraestructuras pendientes en cada municipio, qué política fiscal se desarrollará, cómo se planificará el urbanismo, los parques, los jardines, el transporte urbano, los servicios sociales esenciales para capas de la población tan amplias y vulnerables como los mayores y colectivos que sufren las consecuencias del desempleo o de la creciente precarización de los sueldos tras la crisis económica.

Cuando esos mismos votantes introduzcan la papeleta correspondiente a las Cortes autonómicas están contribuyendo a designar el Gobierno de la comunidad. Estarán decidiendo en manos de quién ponen cuestiones trascendentales como la sanidad, la educación, las prestaciones por dependencia, la defensa de políticas de empleo que frenen la despoblación de una manera efectiva, la capacidad de presionar para que la banda ancha de Internet se convierta en un derecho básico que llegue a cada rincón de una región olvidada que ha alzado la mano casi a última hora tras décadas de mirar cómo otras zonas del país se desarrollaban a un ritmo inimaginable para el Noroeste peninsular, asistiendo al cierre de servicios ferroviarios y resignándose a déficits impensables en cualquier otra región. Porque los zamoranos del entorno de los núcleos principales ni siquiera tienen la opción de un transporte público que los comunique con la ciudad con unos horarios decentes, condicionando así otro derecho sustancial: el de la movilidad, otro tema tampoco abordado en esta eterna campaña que no ha sido precisamente un ejemplo de alejamiento de los tópicos habituales, en líneas generales.

Y conviene no olvidar esa tercera urna que marcará el destino de una Unión Europea en estado precario, acosada por el Brexit y quienes no creen en un proyecto que viene sufriendo continuos tropiezos. Las decisiones que se tomen en el Parlamento de Estrasburgo y el la Comisión de Bruselas afectan directamente a todos los rincones de una provincia tan situada al extremo occidental como Zamora. Y no solo por la Política Agraria Común, con el futuro de los cultivos, de las ayudas económicas, de las medidas para proteger el Medio Ambiente y preservar el planeta, ahora en peligro por las consecuencias de un cambio climático que ya nadie discute y que todos deberían temer. No podemos sustraernos, asimismo, a las consecuencias de la guerra comercial entre China y Estados Unidos que puede desencadenar una tormenta económica cuyas aguas pueden arrastrar a la ya maltrecha economía provincial. Este es un mundo global y a los ciudadanos zamoranos, desde los más humildes pueblos a las ciudades de mayor tamaño les corresponde decidir. Esa decisión, a través de las urnas, es el verdadero ejercicio del poder, mucho mayor que el de los políticos que resulten electos esta noche, porque en manos de la ciudadanía está el otorgarles la representación o mandarlos para casa.

Resulta necesario explicitar este hecho por más que parezca una verdad de perogrullo, derivada del correcto funcionamiento de un sistema democrático por el que hubo ciudadanos que arriesgaron y que perdieron la vida en la injustamente cuestionada etapa de la Transición, cuyo espíritu de generosidad y altura de miras debe mantenerse siempre como referente obligado y como pago a la deuda enorme contraída con aquellos que lucharon para que hoy todos tengamos ese poder soberano de elegir a nuestros representantes. Los candidatos deben tener más claro que nadie todo este argumentario: quienes hoy resulten elegidos quedarán revestidos no de poder, sino de responsabilidad, un encargo de dimensiones extraordinarias que requiere coraje, fuerza y honestidad para llevarse a cabo.

Los concejales, los alcaldes, se harán con los sillones y las varas de mando, los símbolos de unos cargos cuya duración determina el pueblo soberano. Y conviene subrayar esto último, el "memento mori" que susurraban los esclavos a los generales romanos para que no se le subieran los "laureles" a la cabeza. Quienes resulten elegidos hoy son ciudadanos normales elegidos por otros ciudadanos a quienes les deberán rendir cuentas y resultados de su trabajo como servidores públicos. Si no lo hacen así, recaerá en sus conciencias y, en la próxima cita con las urnas, quienes de verdad ostentan el poder podrán llevar a efecto la advertencia de los antiguos esclavos en Roma: recuerda César, que eres mortal. Que los concejales electos recuerden que son eso, servidores públicos y no personajes de oropel al servicio de intereses personales o partidistas. Zamora vive en estado de emergencia y los representantes políticos tienen que actuar como sanitarios en la UVI con la única misión de reanimar al paciente