Por lo visto, ya ha pasado el invierno y en el horizonte, además del zumbido de las abejas, se vislumbran los bañadores y los bikinis. Siempre he apelado a la naturalidad; la misma que no pide limosna a las frases que son legítimas herederas del negocio y la venta. Y con naturalidad digo (sonrío) lo de la operación bikini es una soberana chorrada. Todo lo que pende junto al calor se seca rápido... Incluidas nuestras bobadas.

La tendencia nos persigue por el pasillo de la vida, y en caso de no verla nos pega un grito: unas veces entra por el televisor, otras por un escaparate; nunca es voz lejana, ahora con la tecnología, siempre está con la mano en alto. En otras épocas los veranos eran preludio de chapuzón, los hombres no se preocupaban de depilarse el pecho, las piernas, el pubis, las axilas, (esperen que aún hay más), las cejas, y hasta el... Y nosotras, todas, éramos casualidad de michelín con algún pelo y no precisamente de tontas. Qué momentazos se vivían cuando los hombres tenían pelo en el pecho. Recuerdo, alguna vez, haberme quedado dormida haciéndole tirabuzones al noviete de turno. En la piscina era costumbre destinar el pecho ajeno a alguna siesta. La verdad, todos éramos bellos con nuestros vellos y con nuestras lorzas. No, lo estético no era entonación que respondiera a nada, es más, yo creo, que nadie por aquel entonces comía hojas de lechuga durante un mes para adelgazar e ir a la piscina.

Se está estrangulando a la inteligencia. No nos venden perfiles de personas que se afanan con un libro, o que tienen intereses culturales, está más que claro, todo lo que huele a pensamiento parece que da alergia. Al paso que va todo, muchas personas sentirán pereza hasta de vivir, no podemos ser destino de la tendencia y seguir sembrando en sus campos de barbecho, en la vida nos abrimos paso con el pensamiento y las ideas. Lo del vello, los kilos de más, y otra serie de cosas, debería ser asunto baladí. Pero desafortunadamente, no es así, nos preocupa demasiado la fachada...