Los barrios de Zamora han crecido al paso de los tiempos. Aquel populoso y entrañable San Lázaro que extendió sus tentáculos hacia el norte hasta crear el de San José Obrero, o el de los Bloques que surgió en aquella enorme explanada de campos al este fuera de la ciudad, fueron los barrios que siempre uno, en la infancia, vio lejanos, muy distantes, perdidos en la distancia a no sé cuantas leguas y eso que no estaban tan lejos. El crecimiento y desarrollo posteriores de la ciudad que se ensanchaba por los cuatro costados, hicieron que fueran surgiendo otros de nueva creación que recibieron nombres tan singulares como Peña Trevinca o las Viñas. Mientras, se mantenían los que conocimos de niños, cruzando los puentes, Pinilla, San Ramón, Sepulcro, Cabañales y San Frontis por un lado y de este lado, al sur, Olivares y por el este, Arenales, La Alberca (¡ay, su fuente antaño tan visitada!), y La Villarina. Con el paso de los años se fueron ampliando al mismo ritmo que la propia ciudad y la democracia recién estrenada abrió los imprescindibles cauces de participación que hicieron posible el nacimiento de estas asociaciones vecinales que, se ha demostrado, son interlocutores muy necesarios y válidos para el Ayuntamiento, imprescindibles diría yo. ¿Moscas cojoneras? Sí, y muy bien. ¿Molestas? Mejor, mucho mejor. Los vecinos de San Ramón, de la Alberca o de Carrascal, por poner tres ejemplos distantes, son tan vecinos de la ciudad como los que viven en la avenida de Requejo o en la calle de San Andrés. Las asociaciones de vecinos tienen un cometido específico, la representación vecinal, la interlocución y, sobre todo, la reivindicación, tan saludable desde el punto de vista democrático. Una asociación de vecinos, conformada por personas con espíritu de colaboración, altruistas, que se quitan tiempo de su familia y aficiones para atender el funcionamiento de la misma, merecen tener una atención privilegiada en el ayuntamiento. Su labor facilita muy mucho la tarea de atención del propio gobierno a través de sus distintas concejalías. Su participación debe ser mucho más que testimonial y no a través de particulares. Uno lo aprendió aquí bien cerca, en Salamanca, y a fe que en ocasiones saltaban chispas entre la dura y responsable exigencia vecinal y la capacidad de respuesta del ayuntamiento, escasa o tardía en ocasiones. Aunque las relaciones fueron, como no podía ser menos, directas, fluidas, sinceras.

Hemos podido constatar en estas últimas semanas, las múltiples necesidades de todo tipo que tienen nuestros barrios, sus carencias y aspiraciones, en ocasiones de escasa entidad económica y por ello fácilmente subsanables. La inoperancia municipal de estos últimos años se ha incrementado incluso por los que nos cuentan y ha derrotado el ánimo de muchas personas entregadas a la causa de su barrio. En nuestra visita a distintas asociaciones de la ciudad, la queja más escuchada ha sido la de que no se solucionarán sus problemas con papeleos ni registros sino directamente en contacto personal con la concejalía y técnicos. Y ese contacto y dialogo no han existido. Un solo ejemplo, cuando no se atienden las demandas de las asociaciones y no se reparan las deficiencias denunciadas por sus vecinos, éstos terminan dudando de su eficacia y sacan la conclusión de que no pinta nada para el ayuntamiento. Y por ahí, entendemos, se ha abierto una brecha de credibilidad y respeto en el asociacionismo vecinal que urge reparar con eficiencia y rapidez. Las asociaciones no están dirigidas por ideas, sean las que sean, todas respetables, sino por personas. Y ese es uno de los males característicos de los equipos de gobierno municipales, al menos por su forma de obrar con ellas, la manía de clasificarlas por estar formadas por buenos y malos, rojos o fachas, según la dichosa terminología popular, tan cansina ya y que debía de ser desterrada de una vez por todas del lenguaje político y social.

Tenemos la suerte de conocer y estar al lado de personas como Isabel Curiel y José María de Mira, miembros de asociaciones de vecinos, cuya inquietud por estos temas sociales contagia a sus compañeros de aventura municipal por Zamora. Como también he visto y sentido perseverancia, sacrificio y generosidad en quienes forman parte de las Asociaciones de vecinos de Zamora, a los que hemos podido escuchar estas semanas. Buena gente, sin duda. Zamoranos de ley sin reconocimientos ni recompensas, entregados a las causas de su barrios con la mayor intensidad y ilusión. En Zamora sois muy necesarios. ¡Perseverad! ¡Insistid! ¡Reivindicad!