Merced al movimiento ciudadano, concretamente a la iniciativa de provincias como Soria y Teruel, se celebró una manifestación en Madrid, para dejar claro que el fenómeno de la despoblación, en el interior de España, y en particular en Castilla y León y Aragón, avanza a velocidad de crucero, y que la gente se resiste a aceptarlo y que está dispuesta a pelear. "Teruel existe" y "Soria ¡ya!", lo están haciendo.

Siendo la despoblación, un hecho tan visible como predecible, desde hace mucho tiempo, y de extrema gravedad e importancia, ningún estamento ni autoridad pública de nuestra región ha hecho nunca nada para combatirlo. Y es que así es más fácil mantener el puesto, obedeciendo al pie de la letra los dictámenes que les llegan desde sus partidos en Madrid. En nuestro caso ha sido más flagrante, porque a la conocida conformidad de los zamoranos a veces se le ha unido el fatalismo.

Ante la pasividad de quienes tuvieron la obligación de coger al toro por los cuernos y no lo hicieron, nos encontramos en un momento en que a la gente no le queda otra que echarse a la calle, y los partidos políticos deberían tomar nota de ello. Especialmente ahora, que pretenden vendernos la burra ante la inminencia de las elecciones autonómicas.

De hecho, en estos días de ofertas y palabreos, en plena campaña de elecciones, hay partidos, como el PP que prometen la creación de una consejería que se preocupe de este asunto, y otros como el PSOE que ofrecen una vicepresidencia. Ambas propuestas, en sí mismas, no son suficientes, porque huelen a simples componendas que provienen de quienes están acostumbrados a coquetear con Cataluña y el País Vasco, otorgándoles mercedes y prebendas en detrimento de las necesidades de la España interior, especialmente de la nuestra. Porque, en momento tan crítico como el actual, no es cosa de crear consejerías, ni comisiones, ni otras milongas que solo garantizan un aumento de la burocracia, ya que no se trata de partidos, ni de ideologías, ni de clases sociales, sino de supervivencia. Y sacar la cosa adelante necesita contar con la transversalidad y con la convergencia entre campos y ciudades, ya que si desaparecemos todos nadie saldrá ganando.

De manera que hay que tener claro que el primer objetivo es conseguir la subsistencia y después ya vendrá todo lo demás. Esa es la estrategia que están aplicando los catalanes, la de unir los polos extremos, como si fueran compañeros de pupitre. Porque si no ¿Quién podría creerse que se juntaran para votar juntos, como colegas, colectivos tan antagónicos como los antisistema de las rastas y los elegantes próceres de Pedralbes?

Arrimar el hombro en post de algo común, permitiría acercarse al objetivo. Un pacto de Estado, en nuestro caso, parece imprescindible, y a diferencia de los catalanes, podría ser dentro de las leyes y de la Constitución. Pero solo Podemos y Ciudadanos defienden esa estrategia y, desafortunadamente, tales partidos no parece que vayan a ganar las elecciones, ni tampoco que tengan ganas de crear un frente común con PP y PSOE.

Hay que aprovechar el momento, porque si se deja pasar la oportunidad se corre el riesgo que el tren no vuelva a pasar más por la estación y desaparezca la opción de desplazarse, de avanzar hacia alguna parte, de seguir viviendo.

Es cierto que, a veces, la ocasión la tenemos delante y no llegamos a verla, porque las oportunidades no tienen peso, de manera que, aunque tengamos alguna en las manos no llegamos a experimentar ninguna sensación; porque lo etéreo es lo que tiene, que no dispone de masa y, por tanto, de nada sirve que actúe sobre ellas la gravedad.

Ojalá la notemos ahora y aprovechemos la oportunidad que nos brindan las elecciones para no tener que vivir la crónica de un desencuentro, ni hacer un relato de la discordancia, ni sufrir la vulgar desventura de la desunión, ni contemplar la búsqueda radical del conflicto. Ojalá aprovechemos el momento. Y el momento es ahora, el de arrancar el compromiso de los partidos de juntarse para remar juntos. Porque lo demás será lo de menos, ya que, cuando el tren pase de nuevo, es previsible que no nos permitirá subirnos.