Que todos dependemos de todos en cualesquiera ámbitos de nuestro existir es evidente y se ratifica en cada momento de la vida, desde que nacemos hasta el "último suspiro"; lo que se manifiesta en todos los órdenes de nuestra existencia, desde la necesidad de las prestaciones profesionales de nuestros semejantes, pasando por las de apoyo por parte de familiares, amigos, conocidos y "saludados", etc; deseando, obviamente, que sean satisfechas con plenitud, rapidez, exactitud y conocimiento; con lo que se logrará resolver la problemática, la demanda, la solicitud de que se trate de nuestros congéneres.

Para que todo el mundo tenga resueltas sus pretensiones, considerando el estado de la ciencia y de la técnica, es preciso la concurrencia de multitud de aspectos; lo cual es tremendamente difícil que concurran en una persona, dada la pésima condición humana, en general; a pesar de tanta "mochila" infantil, de progenitores modélicos que están en la creencia de que son "modélicos", porque los "nenes" tienen muchas actividades "extraescolares", etc; constituciones, legislación de derechos humanos, idearios políticos de todo pelaje, doctrinas religiosas, etc., etc., etc.

Porque para "hacer bien, y cumplir", en principio, con las responsabilidades profesionales hay que "saber el oficio", lo que debiera suponer conocimientos, haber realizado concienzudamente los estudios pertinentes, como estar atentos y preocupados de su permanente actualización y puesta al día, lo que requiere dedicación, esfuerzo y tiempo; para tener más probabilidades de éxito en la prestación al "cliente" de sus pretensiones.

Como todo buen hacer, requiere un mínimo nivel de madurez personal y, por ello, de sentido de la responsabilidad humana, ciudadana, familiar, de amistad y profesional por supuesto, que con la reflexión que debiera conllevar, nos "haga ver" la conveniencia de "hacer bien las cosas" para la resolución de las cuestiones que nos planteen nuestros semejantes; lo que también pretendemos, obviamente de ellos; lo que nos debiera hacer deducir que tenemos que estar "a la recíproca", y demandarles y exigirles lo que proceda, según nuestro proceder hacía ellos.

La educación, como todo lo relacionado con la convivencia con los demás, es la base, o debiera de serlo, para alcanzar, al menos, un mínimum de sociabilidad, de profesionalidad, de ciudadanía, de saber comportarse, de sentido y cumplimiento de nuestras inmensas obligaciones y demás. De ahí, el inmenso sentido del deber, de la preparación académica, personal, y de la vocación, de maestros y progenitores para que a sus discentes y descendientes les sean inculcados unos elementales principios éticos y morales, que los hagan ser respetuosos hacia los demás, como ellos querrán, asimismo, un recíproco comportamiento de sus semejantes; pues de lo contrario nos encontraremos con gamberros, delincuentes, ignorantes, etc., que no respetan, y destruyen, los equipamientos y edificios públicos y privados, lo que habría que hacer con los suyos o los de su "papás", para que aprendieran a no incurrir en" delitos y faltas"; con profesionales que no "saben hacer la o con un canuto", por falta de una mínima vocación, con los problemas, molestias y sufrimientos que originan a los destinatarios de su "supina ignorancia", pues haberlos "haylos" y más de los que nos imaginamos; lo que llevará a su máxima descalificación personal y profesional, y "por ende" la del grupo docente, familiar y colegial al que pertenezcan.

La formación académica y profesional será óptima cuando el afán de servicio y vocaciónnde quiénes tienen que adquirirlas y practicarlas esté inculcado en sus conciencias, lo que redundará en la confianza que de ellos tengan los destinatarios de sus quehaceres que pondrán de manifiesto su valía lo que repercutirá en su prestigio y bienestar propio, como en el desarrollo económico y social de la colectividad en la que formen parte.