Cuando Jesús está despidiéndose de sus colaboradores más íntimos, los apóstoles, les resume todo su mensaje. Quiere que queden grabados en su corazón sus últimos gestos y palabras: "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que os conocerán todos que sois mis discípulos será que os amáis unos a otros". Este es el testamento de Jesús.

El Señor nos dejó una consigna primordial: "Amaos", y a este amor le puso una medida. "como yo os he amado". Nos invita el Señor a hacer lo mismo para ser testigos de lo que Él ha hecho y hace por todos: y no de palabra o en teoría, sino con unas entrañas que se conmuevan, actúen y se comprometan.

La moral cristiana tiene su eje fundamental en el amor, surge de una experiencia fundante: Dios nos amó primero. Por eso nuestra vida se convierte en un continuo ejercicio de amor como respuesta al amor de Dios.

El amor de Jesús es inconfundible. Solo piensa en hacer el bien, acoger, ofrecer amistad, ayudar a vivir. Por eso su amor tiene un carácter servicial. Jesús se pone al servicio de quienes lo pueden necesitar más. Muestra su predilección por los que no tienen sitio en la sociedad. Defiende a los débiles y pequeños. Se acerca a quienes están solos y desvalidos, los que no conocen el amor o la amistad de nadie. La seña de identidad del seguidor de Jesús debe ser esta manera de amar.

Lo que permitirá descubrir que una comunidad es verdaderamente cristiana, no será la confesión de una doctrina, la observancia de unos ritos o el cumplimiento de unas normas, sino el amor vivido con el espíritu de Jesús. Él les ha enseñado a comer con pecadores y gentes excluidas y despreciadas. Les ha reñido por apartar a los niños. El clima cordial y amable que se vive entre ellos, la acogida y amistad a quienes necesitan ayuda, el servicio organizado de la caridad, el perdón mutuo y el olvido de las ofensas, serán pruebas de autenticidad de la comunidad cristiana.

El amor satisface la necesidad más esencial de la persona. La vida sin amar y ser amado termina en un fracaso y vacía a la existencia humana de su verdadero contenido. Por eso el mandamiento del amor no es una carga pesada, sino una experiencia de gozo y liberación. Una manera de hacer y vivir en ese otro mundo posible.