Es más fácil pensar la ciudad que habitas que la ciudad de la que quieres huir. Vienes a ser más comprensivo con sus limitaciones y proyectas sobre ella lo mejor que imaginas. Le cuidas cuando envejece y le sigues encontrando el atractivo que actualizas con cada pequeña novedad. La ciudad es un relato que se construye con uno mismo como protagonista.

Exponer una idea de ciudad (https://podemosayuntamiento.blogspot.com/) puede ser como presentar, a un concurso de arquitectura, un proyecto que debe de tener en cuenta no sólo la viabilidad sino también el coste. Pero como eres tú quien tiene que llevarla a cabo y para los otros, todo cambia. Ahora hay que considerar cómo los otros quieren vivirla. Eso es tomar decisiones que afectan a los demás. Cosa seria.

Por eso el empeño de que hay que construir redes de afectos, sinergias positivas, buenos rollos, para que, cuando lleguemos a la fase de toma de decisiones, sea más fácil y acertado elegir una solución a los problemas. Un ayuntamiento, insisto, no es la brea, la acera o la acometida de un alcantarillado. Eso es parte del mantenimiento y la salud del entorno al que hay que responder obligatoriamente y pagar el coste. No hay voluntad de encender o no las luces, hay norma, se hace sin más.

Hacer ciudad es estar con la gente. Casi todo es eso. La eficacia de la administración depende de sus trabajadores: los privados y los públicos. El que siente su papel como una labor privada, rentabilizará su esfuerzo, acondicionará su ritmo de respuesta a los limites del convenio colectivo. Cuanto más se sienta un actor de lo público, más satisfacción encontrará en las cosas resueltas, Uno verá un reto, donde el otro ve un rato. La recompensa es el éxito, en uno, mientras que en el otro, es el trabajo que se terminó.

Al trabajador de labor privada capaz de hacer las cosas impecables a su ritmo, se le valora la calidad final de su trabajo. Al trabajador actor de lo público, se le valora que trabaje para que la gestión pública sea el mejor ejemplo de gestión. Crear un ambiente adecuado para estas dos maneras de asumir la responsabilidad, sería un camino para mejorar la administración.

Pero también hay un alcalde que quiere huir de la ciudad, que no quiere el engorroso cara a cara con la Casa y sus trabajadores. Prefiere la designación de confianza, el trato privado, y se rodea de forenses contables que le trocean los cadáveres que va dejando su gestión. Adoba el amargo sabor de los acosos, y acaba odiando al ciudadano que le pide cuentas y le obliga a disimular la inacción y la pereza.

Un reciente estudio advierte de lo fácil que es caer en el alcalde que odia a su ciudad. Tras estas elecciones, muchos alcaldes déspotas dejarán su espacio, pero nuevos alcaldes déspotas lo pueden tomar. Y tiene que ver también con las posibilidades de negocio que tenga la ciudad. Cuando se hizo en Zamora la ampliación de terreno urbano, pensando en una ciudad de casi 200.000 habitantes, algo de déspota tuvo la cosa. Cuando se dejan caducar los contratos y no se trabaja por tener todo legal y al día, algo de déspota tiene también.

Por eso es importante que la ciudadanía participe en la razón de las decisiones, que trabajadores de la Casa deberán después evaluar. Mejorará la transparencia y se verá que la gestión pública es más eficaz. Un alcalde Bastón sirve de apoyo para esta mejora. Un alcalde Vara, ya saben? si no olvidaron ya.

(Candidato a la Alcaldía de Zamora por Podemos)