Por mucho que se empeñe, por mucho que lo desee la concejala del Ayuntamiento, la señora Rivera, Zamora no es comunista. No lo ha sido nunca y continua sin serlo. Es más, podría decirse que no es ni de izquierdas, como tampoco lo es la región de Castilla y León. Basta consultar los resultados electorales de las últimas décadas para comprobarlo. Si exceptuamos las recientes elecciones generales, el PP ha venido arrasando con carácter general en todas o casi todas las provincias, aunque esta vez no se haya llegado a cumplir la norma. Y por algo será. Algo habrán tenido que ver los numerosos escándalos relacionados con la corrupción, además de la pésima gestión de la crisis catalana y también, aunque en menor medida, la tradicional oposición de ese partido a lo que suene a evolución y a progreso.

Hasta que no pasen las elecciones no sabremos si, de verdad, ha llegado a cambiar el equilibrio izquierda-derecha en Zamora, porque habrá que ir sumando diputados, concejales y votos de distintos partidos, para que pueda salir la cuenta. Lo que sí parece claro e irreversible es que el bipartidismo ha desaparecido.

Solo podría demostrarse que Zamora se ha vuelto o no comunista si Francisco Guarido se hubiera presentado a las elecciones con otras siglas diferentes a las de IU, o si IU hubiera propuesto a otro candidato distinto a él para representar a su partido. Pero como no ha sido así, no hay manera de demostrar una u otra cosa de manera científica.

Parece opinión mayoritaria que, en Zamora, no se ha votado a un comunista para que ocupe el cargo de alcalde en el Ayuntamiento, sino a un ciudadano honesto y trabajador que resulta que es comunista. A un señor que, durante muchos años, ejerció la oposición al PP, cuando al PSOE no se le veía por ninguna parte, y menos aún a aquel partido que ni sí, ni no, llamado Adeiza. Fue Guarido el único que informaba - fuera o no de manera sesgada - de lo que pasaba en el Ayuntamiento, de cómo iba la gestión municipal, de lo que le parecía que había que hacer. Fueron Guarido y su equipo quienes hicieron de mosca cojonera durante muchos años.

No se trata ahora de discernir si sería sea bueno, malo o mediopensionista que Zamora fuera comunista, sino de aceptar que no lo es. Basta con leer o escuchar opiniones en los medios de comunicación locales para comprobar que Zamora es más conservadora que una cámara frigorífica, o con escuchar las tertulias de los cafés para darse cuenta que todo suena a gastado, o con observar qué es lo que tiene mayor aceptación en la ciudad y en la provincia, si una procesión o una manifestación para luchar contra la despoblación. Para lo primero se llenarán las calles de gente, para lo segundo acudirán un par de amigos y el del tambor.

Pero estamos en época electoral y en estas fechas cabe escuchar de todo, porque todo llega a contribuir a la captación del voto. De hecho, sirvan como ejemplo las elecciones actuales al Ayuntamiento, para ver que en su campaña son cinco los partidos - según la Opinión del día 14 de mayo - que apuestan por levantar de una vez por todas el tan traído y llevado "Museo Baltasar Lobo". La coincidencia no es casual, porque es un tema que ocupa y preocupa a muchos zamoranos, Pero ese unánime interés no ha evitado que la ubicación se haya propuesto en diferentes lugares, por aquello de diferenciarse, y en todos los casos sin explicar de donde saldría el dinero que se necesitaría para acometer tal realización (Con excepción de la propuesta de IU, que aclara que saldría de los fondos del propio Ayuntamiento)

Si fuera cierto que todos los partidos desean que Zamora llegara a albergar tal museo, y dado que, sin excepción, creen tener brillantes ideas al respecto ¿por qué no se reúnen, cambian impresiones, y deciden unánimemente la idea más interesante para la ciudad y la ponen en marcha?

Si ciertamente creyeran en ello, y participaran de ese mantra que han hecho circular, que dice "que Zamora es lo que importa", no sería demasiado difícil llegar a una solución. Pero es que da la impresión que por ahí no van los tiros, que lo que realmente interesa a cada partido es ganar las elecciones, bien para seguir mandando, bien para ocupar por primera vez la Casa de las Panaderas. Y de ser así, lo de llegar a jugar con la sensibilidad de los ciudadanos y los intereses de la ciudad en beneficio propio no solo sería una frivolidad, sino también una enorme irresponsabilidad.