Lo cortés no quita lo valiente. Pero cuando no se es ni cortés ni valiente se llegan a hacer gestos propios de quienes les gusta presumir justo de lo que carecen, de educación y de valentía. Viene esto a cuento de la reacción de determinados partidos políticos en relación con la muerte de Alfredo Pérez Rubalcaba. Mientras los cuatro partidos mayoritarios, PSOE, PP, Ciudadanos y Podemos, con independencia de ideas y colores, suspendieron sus respectivas campañas electorales, como gesto de respeto y reconocimiento a una persona que dedicó su vida a la política y que supo retirarse en el momento que le correspondía, los de Vox continuaron como si tal cosa, a lo suyo, a la misión de la "reconquista", no se sabe muy bien de que reconquista, aunque si se supone para quién.

Cuando los partidos más representativos se ponen de acuerdo en alguna cosa es difícil que ese algo sea lesivo al interés mayoritario de los españoles, porque es sabido que por menos de lo que cuesta un chupa chups son capaces de sacarse los ojos, y más habiendo por medio una campaña electoral. De manera que, si han coincidido ahora en honrar la memoria de Rubalcaba, por algo será. Pero allá cada uno, cada cual sabrá por qué actúa de determinada manera.

Por otra parte, los activistas de Arran, brazo joven de la CUP, han publicado una foto con la cabeza invertida del fallecido líder socialista, adornada de unos comentarios tan llenos de odio como faltos de conocimiento, del conocimiento que debe tener cualquiera que pretenda entender la historia. Pero estos grupos de indocumentados, que algunos dicen que son hijos de los señoritos de Pedralbes, no se han molestado en leer la historia de España. Y es que, aunque ellos no lo comprendan, para entender un hecho pasado solo existen dos posibilidades: o haberlos vivido, o haber leído la historia de los acontecimientos escrita por alguien imparcial, como, por ejemplo, por algún hispanista inglés, en el caso de España.

Mientras tanto, en Barcelona la máxima representante de la ciudad y el máximo responsable de aquella comunidad autónoma, haciendo gala de su estilo "democrático, acogedor y protocolario", le dieron la espalda a la máxima autoridad del Estado. El uno, como puede verse en las fotos, volviéndose hacia el lado contrario, poniendo cara de estar componiendo alguna entrañable oda similar a aquella que escribiera hace tiempo, en la que nos calificada de tarados y otras lindezas a los españoles. La otra, la alcaldesa defensora de los desahuciados (Cuando todavía no era alcaldesa), no haciendo acto de presencia.

Y luego, esas mismas autoridades, se quejan que la imagen de Cataluña, fuera de aquella comunidad, esté empeorando. Como si esos gestos, que repiten con frecuencia, contribuyeran a estrechar lazos, a fomentar el fair play y a hacer uso del seny que tradicionalmente han tenido y tienen los catalanes. Porque se puede estar de acuerdo o no con mantener una monarquía en España, pero de momento es lo que hay, lo que hemos decidido los españoles, y mientras de manera mayoritaria no cambiemos la Constitución, de mejor o peor grado, debemos aceptarlo.

Lo de hacerle un feo al Rey en Barcelona es un gesto tan estúpido como provinciano, además de injusto, como aquel protagonizado por Zapatero, cuando estando en la tribuna de autoridades - aun no era presidente del Gobierno - no se quiso levantar cuando desfiló ante él la bandera de los EEUU; como si aquella bandera solo representara al presidente que provocó la guerra de Irak y no al resto de los norteamericanos. Y, el después presidente español, lo pago bien caro pues, aunque perdió el culo por hacerse una foto con el presidente yanqui Bush - aquel nefasto protagonista de la fotografía del "trio de las Azores" - no le hizo ni puñetero caso. De hecho, hasta que no llegó Obama la Casa Blanca, Zapatero, para los EEUU, fue poco menos que un cero a la izquierda.

Lo cortés no quita lo valiente. Hay que saber comportarse, y las autoridades con mayor motivo, porque cuando están fuera de sus casas no se representan a sí mismos, ni siquiera a su partido, sino al conjunto de ciudadanos que, sin haberlo comido ni bebido se encuentran bajo su mandato, jurisdicción y tutela, y que, mayoritariamente, no suelen coincidir con quienes son partidarios de la descortesía, los enfrentamientos y las charlotadas con fotocopiadoras en el Congreso de los Diputados.